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La polémica de la Última Cena en la Apertura Olímpica dividió a Francia

En un giro inesperado que ha sacudido las aguas de la diplomacia cultural y el deporte, Francia se encuentra en el centro de una tormenta mediática y social tras la reciente controversia en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024. 

La polémica se desató luego de haberse representado la obra de Thomas Jolly, quien aseguró que quiso representar la inclusión en una obra, llevando el concepto completamente para el lado opuesto a la referencia que estaban represetntando sobre la Última Cena, puesto que los que representaban la obra en carne y hueso eran Drag-Queens, transgéneros y un actor vestido de Dionisio, abogando por la inclusión de una interpretación innovadora y altamente simbólica de la Santa Cena, que presentó a Jesús y sus discípulos con identidades trans ofreciendo una representación grotesca y despectiva.

La ceremonia supuestamente estaba diseñada para celebrar la diversidad y la inclusión. En una intención más que obvia, intentó incluir la ideología de género en el legado histórico de los Juegos Olímpicos. La elección de esta representación, sin embargo, no tardó en provocar una ola de reacciones encontradas tanto a nivel nacional como internacional. 

Críticos de la propuesta argumentan que la representación distorsiona una tradición sagrada y se aleja de los valores históricos del cristianismo, mientras que los defensores apoyan que la ceremonia es un reflejo necesario de los tiempos modernos y un acto de inclusión hacia las comunidades trans.

Desde el anuncio de la temática de la apertura, Francia ha visto cómo el debate se intensificó, dividiendo a la opinión pública. Iglesias han alzado sus voces, acusando al comité organizador de la apertura de los Juegos Olímpicos de sacrilegio y falta de respeto hacia una figura central en la tradición cristiana. Por otro lado, activistas y defensores de los derechos LGBTQ+ han celebrado la audaz elección como un paso positivo hacia una mayor representación y aceptación en el escenario global.

El pastor John McArthur opinó tras el escándalo: “Este es un gran ataque al cristianismo. Pero no debemos sorprendernos por las acciones de estas personas. La Biblia es clara al decirnos que estos días se avecinan: oren por los que están perdidos para que puedan tener vida eterna”.

El gobierno francés ha tratado de mediar en la situación, subrayando que el evento busca representar la diversidad y el pluralismo como pilares de la sociedad moderna. Sin embargo, la tensión sigue en aumento, reflejada en protestas en las calles de París y en las redes sociales, donde se han generado intensos debates sobre los límites de la expresión artística y el respeto a las tradiciones religiosas.

En medio de este escándalo debemos entender que nuestra lucha no es contra carne ni sangre, sino contra las huestes espirituales de maldad, es por eso que debemos interceder para que en medio de toda esta división, el único que una no sea un acuerdo político o mediático, sino Cristo mismo, y que el mundo pueda conocerlo por quien es, la imágen del Dios invisible.

En el horizonte, queda por ver cómo se resolverá esta crisis y cuál será el impacto duradero en la percepción pública de los Juegos Olímpicos en Francia y más allá. Mientras tanto, el mundo observa con atención la evolución de una historia que, sin duda, marcará un antes y un después en la forma en que se celebran los grandes eventos internacionales.

Redacción
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