¿Sabías que la piel es el órgano más grande del cuerpo humano? No solo es el órgano más extenso, sino que la piel es la intermediaria entre nosotras y el mundo que nos rodea.
Es la que nos delata cuando nos ruborizamos porque algo nos dio vergüenza o la que sufre los efectos de quedarnos dormidas tomando sol (¿alguien más, como yo, recuerda esos momentos donde no podías vestirte por cómo te ardían los hombros?) y además muchas veces es la encargada de hacernos notar que algo puede no estar bien en nuestra salud.
Recuerdo una visita por control al pediatra con mi hijo Noah, él tenía 3 años y el doctor mientras lo revisaba me preguntó: “¿ustedes comen mucha calabaza?”. ¡La realidad es que sí! En casa nos encanta la calabaza, y cuando se lo dije al pediatra y le pregunté cómo sabía, me dijo que notaba las palmas de las manos de Noah más anaranjadas, que era normal, no hacía falta cambiar la dieta, pero nuestra forma de alimentarnos se estaba haciendo notar en la piel de mi hijo.
Así como este caso, hay muchos signos que se manifiestan en nuestra piel que son señales de procesos internos, ya sean procesos físicos o psicológicos. Existen enfermedades hepáticas cuya primera manifestación es un cambio en la coloración de la conjuntiva de los ojos, o procesos emocionales, como el caso de una amiga que dos meses antes de casarse tuvo una enfermedad de piel llamada pitiriasis rosada de Gibert y se brotó todo el cuerpo. En esta patología el brote se va solo, pero puede durar más de un mes ¡y ella estaba a punto de casarse! Estábamos todas las amigas dermatólogas sacando cuentas a ver si llegaba al casamiento sin brote.
Cuidar nuestra piel y, más que nada, conocerla es muy importante, puede ayudarnos a identificar otras patologías subyacentes que aún no se manifiestan más allá de estos primeros síntomas. Conocernos bien nos ayuda a saber cuándo algo verdaderamente está fuera de lo “normal” para nosotras y requiere una consulta.
¿Qué puedo hacer al respecto?
Como primera indicación, la base del tratamiento es tener el control clínico anual correspondiente. La idea es poder chequearnos y de esta forma “adelantarnos” a las patologías. Es decir, la hipertensión arterial muchas veces es manejable solo con cambio de dieta y haciendo ejercicio físico; pero lo mejor sería cambiar nuestro estilo de vida antes de ser diagnosticadas de hipertensión, lo mismo ocurre con el resto de procesos; es mejor adelantarse.
La idea detrás de este consejo es poder adelantarnos incluso a las manifestaciones en piel de las enfermedades con la prevención o detección temprana de diferentes patologías.
Lo segundo (pero incluso más trascendente que lo mencionado antes) es este próximo consejo que la Biblia describe así: “El de sabio corazón acata las órdenes, pero el necio y rezongón va camino al desastre” (Proverbios 10:8).
En pocas palabras, mi segundo consejo es hacer lo que el médico te indique. De nada sirve tener un papel que diga que tenés que hacer más ejercicio físico si no lo llevás a la práctica. Las personas sabias acatan las órdenes, pero las excusas, el renegar y posponer nos lleva al desastre.
Por último, recordá que estas “señales” que nos da la piel no son para vivir atemorizadas y perseguidas por cada cosa nueva que tenemos, fuimos salvadas para vivir libres de la esclavitud del miedo, pero sí podemos tomarlas como pequeñas “ayuditas” que nos da nuestro cuerpo para poder identificar las cosas que nos pasan y resolverlas a su debido tiempo.