En nuestra vida la mayoría de las veces nos encontramos peleando con situaciones que no salen como esperamos. Todos tenemos un ideal acerca de cómo queremos que sean las personas y las circunstancias, pero no siempre ocurre tal como lo planeamos.
Por eso, y en pro de preservar nuestra salud mental y emocional, es que necesitamos comenzar a trabajar la aceptación y entender que ésta es una capacidad que puede ejercitarse, siempre y cuando se desee. Se necesita del despliegue de ciertos recursos emocionales y mentales, como pueden ser: la tolerancia a la frustración, la perseverancia, la capacidad de espera, entre otras.
Quizás estás leyendo esto y te preguntas “¿pero esto quiere decir que tengo que aceptar las cosas como son, que me conforme, me acomode, no tenga fe?”. No, para nada te estoy pidiendo eso, pero es clave que para poder ejercitar la fe y ver las cosas distintas, nuestra mente comience a pensar en aceptar la realidad, y una vez que aceptamos cómo están las cosas, empezamos a ejercer la influencia de cambio.
En Joel 3:10 la Biblia menciona un pasaje muy conocido: “Diga el débil: Fuerte soy”. Para declarar que soy fuerte, primero tengo que reconocer que soy débil. Si me considero fuerte, ¿qué función tendría declarar en fe que soy fuerte?
¿Qué pasa cuando no aceptamos?
La falta de aceptación ante las circunstancias nos coloca en un círculo vicioso de:
- Queja
- Excusas
- Mediocridad
- Negativismo
Como verás, todas son características que, lejos de promovernos a un nivel superior de crecimiento, nos estancan y nos dejan en una zona de confort, o mejor dicho, en la frustración.
En cambio, cuando aceptamos podemos:
- Abrirnos a posibles soluciones
- Transitar los procesos de forma pacífica
- Aplicar la fe y dudar menos
- Reducir los cuestionamientos sin sentido que solemos plantearnos
- Salir de la espiral de la queja que tan mal nos hace y nos coloca en una vida triste y negativa.
Aceptar implica dejar de cuestionarnos, de quejarnos y decir “sí, es así”.
Ejercitar esta capacidad cuesta un montón, es difícil y requiere esfuerzo, pero realmente se entrena y los resultados nos permiten mejorar nuestra calidad de vida y reducir dificultades emocionales.
Te propongo que cuando estés frente a algo que no está saliendo como pensabas, no arranques por cuestionar sino por decir “acepto que es así. Pasa esto, hay esto, ya no me peleo más con la situación”. Una vez que puedas aceptarlo, encontrarás alivio en tu corazón, y seguramente podrás permitir que Dios trabaje sobre la situación, y verás las cosas con más claridad.