Nadie enseña mejor que el Espíritu Santo, no hay escuela que supere a la de la oración. Todo lo que necesitas saber lo encontrarás en la presencia del Espíritu Santo. Todo lo que Dios planee revelarte lo hará solo cuando te encuentres con Él. Por tal motivo debes apartar tiempo para retirarte de la vida pública y escuchar su voz.
¿Recuerdas lo que Jesús hizo con el ciego? Lo sacó fuera de la ciudad. ¿Para qué? Para devolverle la “visión” (Marcos 8:22-25). ¿Cuándo entenderemos que los diseños de Dios para nuestra vida solo pueden ser revelados en el lugar secreto? No olvides que Jesús le explicaba todo a sus discípulos cuando estaba a solas con ellos (Marcos 4:34).
Los diseños de Dios para frustrar los planes del diablo solo serán provistos a aquellos que están dispuestos a pagar el precio de ir y permanecer en la presencia del Señor, a través de las disciplinas espirituales de la oración y el ayuno.
Juan Wesley decía que para percibir la voluntad de Dios necesitamos orar y ayunar permaneciendo en soledad ante su presencia.
¡Retírate! ¡Sal del ruido! ¡Escóndete con Dios! ¿De dónde crees que vinieron Moisés, Pablo, Juan el Bautista y aun el mismo Jesús cuando comenzaron su ministerio? ¡Acertaste, del desierto! Todos estuvieron mucho tiempo a solas con el Señor antes y durante su ministerio; por eso los frutos aún perduran.
¿Te gustaría ver una zarza ardiente? Eso toma tiempo. Necesitas ir al desierto para conocer a Dios. Cómo es posible que pretendamos tener encuentros con el Señor del tipo “aposento alto” y recibir algo tan valioso como la llenura del Espíritu sin pagar el precio de orar y buscar a Dios. ¡No es posible porque no se les confían valiosas joyas a los niños ni tesoros espirituales a los adoradores casuales!
Nada significativo se logra sin una vida de oración e intimidad con Dios
“Entonces los apóstoles volvieron a Jerusalén (…) Cuando llegaron (…) subieron al aposento alto (…) Todos ellos oraban y rogaban a Dios continuamente…” (Hechos 1:12-14, RVC).
Después de que Jesús ascendiera al cielo, la oración pasó a ocupar un lugar muy diferente en la vida de los discípulos. Los mismos que días atrás no pudieron permanecer una hora en oración, ahora orarán 240 horas seguidas. Alguien dijo: “En Hechos 2 oraron durante diez días, Pedro predicó diez minutos y fueron salvas tres mil personas. Hoy en día, la iglesia ora diez minutos, predica durante diez días y son salvas tres”.
Si la vida de alguien va a ser transformada no lo será como consecuencia de un consejo, terapia o esfuerzo humano, será como consecuencia de un encuentro profundo con Dios en el lugar secreto.
Ese fue el método que usó Jesús hace dos mil años y debería ser la estrategia hoy en día si queremos tener los resultados extraordinarios que Él tuvo. Si existen tantas ventajas, ¿por qué no oramos? ¡Y no vayas a decir que es por falta de tiempo! En realidad, consciente o inconscientemente creemos que podemos realizar el trabajo que se nos encomienda en nuestras fuerzas. Creemos que somos capaces de llevar adelante una familia, administrar un negocio o liderar un ministerio por nuestra voluntad y empeño.
Hasta que caigamos en la cuenta de que nada trascendente, con impacto eterno y resultados sobrenaturales ocurrirá a menos que estemos en la presencia del Señor, no iremos a orar. Solo si renunciamos a la autosuficiencia seremos capaces de acudir al lugar secreto.
¿Tienes un lugar en el que te encuentras a menudo con Dios? ¡Deberías tenerlo! Aunque muchas cosas tironeaban la agenda de los apóstoles ellos nunca dejaron de enfocarse en lo que realmente era importante y prioritario: “… nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la palabra” (Hechos 6:4).
Jesús había modelado una vida de oración en sus discípulos con su propio ejemplo. Nunca estuvo demasiado ocupado como para no orar: “Él [Jesús] (…) solía retirarse a lugares solitarios para orar” (Lucas 5:16). Su vida de oración debe haber sido tan vibrante y contagiosa que sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar, no a predicar, echar demonios o sanar enfermos. ¿A cuántos líderes se le acercan personas pidiéndoles que les enseñen a orar? Evidentemente algo tiene que cambiar.
Recuerda, con Dios puedes lograr más en un día de lo que lograrías en un año o en una vida entera con tus propias fuerzas. Las universidades, los cursos de posgrado o la teología no producirán los efectos que sí provoca la oración. Una frase muy conocida dice: “Cuando trabajamos, trabajamos. Cuando oramos, Dios obra”.
Ahora que conoces el gran valor de la oración ¡nunca la descuides! ¡La oración no es una opción, es el salvoconducto a la santa presencia del Señor!!