Cuando analizamos nuestras decisiones para tratar de obtener un resultado perfecto, estamos poniendo nuestra confianza en nuestro plan, en lugar de seguir por la fe en Jesucristo.
Algunos días nos levantamos y nuestro corazón se siente inquieto. La vida se nos presenta como un mapa al que le faltan flechas indicadoras, nombres y rutas. Sé que tengo que seguir adelante pero ¿Cómo hago?, ¿Cuál es el mejor camino? De repente, como un haz de luz, la promesa de Dios atraviesa la niebla: “… No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío” (Isaías 43:1).
Comprendo en mi corazón que esto es la vida, a veces el viaje tiene incertidumbre, otras certezas, pero por todo esto el Señor nos ha dejado promesas. ¿Alguien más quiere planes seguros y claros para este 2021? Resulta que lo que voy aprendiendo es que las que caminamos por fe en Dios no seguimos adelante por planes. Avanzamos porque seguimos al Salvador, al Camino, a la Verdad y la Vida.
Seguir un plan totalmente humano nos puede volver críticas, perfeccionistas, sin asombro y gozo en nuestros días.
Me gusta el contraste que nos presenta el Proverbio 4:18-19: “La senda de los justos se asemeja a los primeros albores de la aurora: su esplendor va en aumento hasta que el día alcanza su plenitud. Pero el camino de los malvados es como la más densa oscuridad; ¡ni siquiera saben con qué tropiezan!”.
Sin duda, Dios quiere que nuestro caminar y decisiones nos lleven al crecimiento y plenitud de una vida guiada por Él. Por esto, te comparto a continuación…
Tres cosas que haremos bien en identificar para evitar que detengan el avance en nuestro camino y nos hagan tropezar.
En primer lugar, concentrar nuestro pensamiento en lo que no sabemos, en lo que está fuera de nuestro control, en lugar de enfocarnos en lo que sí sabemos.
Por ejemplo, puedo pasar todo el día pensando: ¿Cómo voy a enfrentar el mañana? ¿Y si les pasa algo a mis seres amados? ¿Y si pierdo mi trabajo? ¿Y si esta situación no cambia? Pensar así nos puede paralizar y llenar de angustia.
Pero podemos cambiar y reemplazar estos pensamientos por lo que sí sabemos hoy. Por ejemplo, que el Señor es mi ayudador; que Él protege nuestra vida; que a las que lo aman todas las cosas ayudan a bien; que puedo confiar en su Palabra. En definitiva, cambiar el “No sé” por el “Sí sé”.
En segundo lugar, el miedo a equivocarnos. Entonces mejor no hago nada, me quedo donde estoy.
Dios tiene un punto de vista del cielo. Un proceso liberador y lleno de su gracia para nosotras muy diferente a nuestra ilusión de perfección porque Él no espera que hagamos todo perfecto (nos conoce demasiado para eso). El Señor espera ver nuestra fe en Él y nuestra valentía: “Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas” (Josué 1:9).
Por lo tanto, cuando tomamos decisiones, si el resultado es positivo, entonces «celebramos y repetimos». Y si el resultado no salió como se esperaba, entonces «corregimos el rumbo y lo intentamos otra vez» con todo el aprendizaje incluido.
En último lugar, ceder mi responsabilidad. ¿Alguna vez pensaste que ser responsable implica un gran poder que Dios nos ha dado? ¿Y que muchas veces entregamos ese poder a alguien más fuera de nosotras esperando que vengan a rescatarnos o respondan por nosotras?
Por supuesto, es necesario estar abierta al apoyo de otros. Pero cuando siento que mis respuestas y acciones dependen de otras personas, es cuando cedo la posibilidad que el Señor me ha dado de crecimiento y transformación.
Dependemos de Dios y su proceso en nosotras porque «separadas de Él, nada podemos hacer” (Juan 15:5).
Para tomar decisiones en tiempos de incertidumbre podemos hacernos algunas preguntas reveladoras: ¿qué hace que esto sea posible?, ¿qué controlo de esta situación?
No siempre hay una respuesta perfecta, a veces puede haber muchas pequeñas y grandes respuestas. Dejemos de buscar esa única opción perfecta y decidamos cuál es la mejor elección que podemos hacer hoy.
Comprometámonos a buscar y mantener la paz de Dios en nuestros días. Su paz siempre trae claridad y seguridad en la visión. Lo que Él nos indique, el próximo paso, démoslo en obediencia y por fe y hagámoslo ahora mismo. Dejemos de intentar averiguar qué sigue y avancemos por lo que sabemos y creemos de Dios.
Él es nuestro Padre, nos cuida y ama por siempre. ¡Sabemos y podemos confiar en eso!