Todos miramos lo que entendemos como realidad desde cierto lugar, el cual nos da una visión del mundo que nos rodea; luego lo interpretamos y nos comportamos acorde a ese entendimiento. Es a este proceso lo que podríamos llamar cosmovisión. 

Como seres humanos tenemos diferentes maneras de ver la realidad e interpretarla. De golpe nos encontramos participando de una actividad “secular”, a la que rápidamente podemos identificar como lo que hacemos de lunes a viernes, el trabajo, un deporte, etc. Y, por otro lado, tenemos momentos en los cuales parece que cambiamos de lugar y hacemos algo “sagrado”, como por ejemplo participar de un servicio religioso, orar o leer la Biblia. 

Existen extremos para esta interpretación, como por ejemplo el pensamiento materialista, que parte de la premisa que “Todo es materia y no existe nada más”. Y el otro extremo que parte de la premisa que “Todo es espiritual”. 

Podemos observar estas cosmovisiones presentadas en el mundo cinematográfico, en películas, series, etc. Vemos a un científico que con su mente racional busca respuestas a temas “espirituales” para explicar hechos conocidos como “paranormales”. O vemos historias de hechos sobrenaturales que nos muestran un mundo espiritual de magia y fantasía, dándoles un prestigio de realidad por encima de lo natural o físico.  

La cosmovisión busca responder a las preguntas que el hombre se hace. ¿De dónde venimos?, ¿A dónde vamos?, ¿Quiénes somos?, ¿Qué tiene valor?, ¿Existe Dios?, etc. Y de acuerdo con las respuestas a tus preguntas se construye una serie de creencias en las cuales basa sus valores, decisiones y conducta.

Es importante comprender cómo esta manera de interpretar y comportarnos forma parte de las creencias que todos tenemos y que hemos aprendido desde nuestros primeros años de vida. Muchas de esas creencias salen a la luz cuando vivimos situaciones difíciles o extrañas, las cuales nos confrontan con la visión que tenemos de las cosas que vivimos. Y vemos que a veces lo que pensamos que creemos no lo creemos. Y surgen algunas posibles preguntas que nos hacen reflexionar, como, por ejemplo: ¿Por qué creo lo que creo? o ¿Por qué pienso lo que pienso?

Es importante como cristianos del siglo XXI tener claro cuál es la cosmovisión bíblica, pues, es el único lugar seguro que nos dará una perspectiva de unidad entre lo secular y lo sagrado. 

La caída de Adán y Eva produjo un cambio de visión en el hombre sobre sí mismo, sobre el otro, sobre Dios y sobre el mundo alrededor. Creo que, por eso, Jesús le dijo a Nicodemo, un maestro de la ley,  que si no nacía de nuevo no podía “ver” el Reino de Dios (Juan 3:3). El hombre perdió la manera de ver el mundo desde la perspectiva de Dios, y si no tenemos esa perspectiva no encontraremos respuestas a las preguntas que como seres humanos nos hacemos.

Para Dios la realidad no está dividida en “sagrada” o “secular”, Él ve toda nuestra vida sagrada, por eso Pablo dijo “háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).

Daniel Etchart, Pastor y profesor de JUCUM Argentina.

También es interesante leer Colosenses 2:17 donde expresa que la realidad no es un concepto o conocimiento mental, sino que es una persona, Jesús: “Todo esto es una sombra de las cosas que están por venir; la realidad se halla en Cristo”.

En la medida que conozcamos a Jesús, no de manera intelectual sino desde una comunión con Él, a través de la revelación del Espíritu Santo, podremos tener una cosmovisión bíblica acerca de nosotros mismos, del otro, del mundo y de Dios.

A través de toda la vida de Jesús podemos ver cuál era su cosmovisión. Vemos acercarse a los pobres y necesitados, mirándolos con el amor del Padre. En sus palabras reflejaba la mente y visión de Dios sobre cada persona y situación que vivía. Al tener esto claro pudo ser tentado por el diablo y no caer. Fue cuestionado por los religiosos, pero sus respuestas dejaron al descubierto la falta de amor por el prójimo; y convivió y pasó tiempo con pecadores sin temor a desviarse de la voluntad de su Padre.

Una vez más es bueno reconocer lo importante que es tener clara una cosmovisión basada en la verdad revelada de Dios y vivir desde ese lugar. Obviamente es desafiante pues, en este mundo, la guerra más grande es en el área del pensamiento a través de las ideas.  Pero en Cristo contamos con una realidad unificada que nos brinda una visión completa de la vida. Nos encontramos con la verdad que Jesús está viviendo en nuestro corazón por medio del Espíritu Santo.

Vemos en 2 Corintios 4:16-18 (RCV) que Pablo pudo dar a conocer cuál era la cosmovisión del cristiano de la iglesia del primer siglo.

Por lo tanto, no nos desanimamos. Y aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando de día en día. Porque estos sufrimientos insignificantes y momentáneos producen en nosotros una gloria cada vez más excelsa y eterna. Por eso, no nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

Ellos vivían la vida temporal y visible pero desde una perspectiva eterna e invisible. Lo que creían acerca de ellos mismos, acerca del mundo que los rodeaba y de Dios, lo veían a través de la mirada de Él, y por más que eran momentos de mucho desgaste o sufrimiento,  también podían verse renovados y recibiendo la gloria del Señor que se producía en y a través de ellos. 

En estos momentos de la historia que nos toca vivir, Dios nos invita a llevarle nuestra mente a Él para que nos llene de su verdad; a reconocer a Cristo como nuestra única fuente de vida y realidad y a servirlo desde una cosmovisión bíblica.

Profesor y pastor de Jucum – dirige con su esposa Norma Schaab el Ministerio de Liderazgo Transformacional desde Mar del Plata . Argentina. Desde el año 1989 trabaja en Juventud Con Una Misión enseñando y compartiendo el evangelio de Jesús en muchas naciones.