Jesús alimenta a los cuatro mil
En aquellos días se reunió de nuevo mucha gente. Como no tenían nada que comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: 2 —Siento compasión de esta gente porque ya llevan tres días conmigo y no tienen nada que comer. 3 Si los despido a sus casas sin haber comido, se van a desmayar por el camino, porque algunos de ellos han venido de lejos. 4 Los discípulos objetaron: —¿Dónde se va a conseguir suficiente pan en este lugar despoblado para darles de comer? 5 —¿Cuántos panes tienen? —les preguntó Jesús. —Siete —respondieron. 6 Entonces mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomando los siete panes, dio gracias, los partió y se los fue dando a sus discípulos para que los repartieran a la gente, y así lo hicieron. 7 Tenían además unos cuantos pescaditos. Dio gracias por ellos también y les dijo a los discípulos que los repartieran. 8 La gente comió hasta quedar satisfecha. Después los discípulos recogieron siete cestas llenas de pedazos que sobraron. 9 Los que comieron eran unos cuatro mil. Tan pronto como los despidió, 10 Jesús se embarcó con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta. (Marcos 8:1-10 NVI)
Jesús estaba con un grupo de personas que estaban con Él, pero no pensaban como Él. Vos podés estar con Él pero eso no es garantía de que pienses como Él lo hace. Jesús desafió la vida de sus discípulos para que encontraran quiénes realmente eran y lo que podían hacer, pero con su misma compasión.
Esta es la segunda alimentación, en la primera, a los cinco mil, la mayoría de ellos eran judíos. Pero en esta oportunidad estaba lleno de gentiles, de personas que no eran judías, por las cuales Jesús demostró una profunda compasión y un profundo amor.
Cuando Jesús alimenta a los cinco mil, el diálogo es genial, los discípulos dicen: “Tienen hambre y no hay qué comer, ve Jesús y despídelos” (ver Marcos 6:35-36). Los discípulos fueron a hablar con Jesús, a decirle lo que tenía que hacer y cómo lo tenía que hacer. Se parecen a nosotros, cuando lo mandamos de acá para allá, a resolver nuestros problemas, a suplir nuestras necesidades y prioridades.
Lo que entre líneas le dijeron fue “Ve a dar la cara y despídelos, diles que se terminó todo, porque no hay plata, no hay ganas, no hay fuerzas y tenemos hambre y sueño”.
Entonces Jesús les dice: “Denles ustedes mismos de comer” (Marcos 6:37). Los discípulos fueron con una carga y salieron desafiados. Nuestra oración muchas veces es “Señor, ¿tú no ves el hambre en Somalia, la injusticia y los adictos?”, y el Señor nos responde: ”Sí, lo veo, vayan a predicarles”.
Oramos y le reclamamos, como si Él no supiera lo que sucede, pero Dios está buscando hombres y mujeres que se levanten a cambiar la realidad, que tengan su compasión: “Denles ustedes mismos de comer”. La pregunta es, ¿podían los discípulos dar de comer a la multitud? ¿Realmente podían hacerlo? Si Jesús les dijo que lo hicieran, era porque lo podían hacer.
El Señor nos desafía
Dios nunca nos va llevar a fracasar ni a hacer el ridículo, Él nos lleva de victoria en victoria para mostrar su poder a la gente y que lo conozcan a través de nuestra vida. Tú puedes hacer todo lo que Jesús dijo que podías hacer.
El tema somos nosotros, el lugar de dónde hemos venido, y Él lo sabe, sabe en dónde hemos estado, cuál es nuestro origen.
Hay quienes han venido a Jesús pero en su mente, su manera de pensar todavía está lejos del corazón de Dios.
Los discípulos estaban cerca de Él, habían venido pero estaban lejos de entender lo que Jesús quería hacer. Cristo sabe nuestra necesidad, se dio cuenta de lo que la gente no tenía. Él no quiere dejarte como has llegado, Él quiere llenarte, quiere fortalecerte para que no desmayes. Él sabe dónde estamos y de dónde hemos vendido, aunque nosotros no lo tengamos muy claro.