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John Owen: el príncipe de los puritanos

John Owen nació el 12 de agosto de 1616 en Stadhampton, Oxfordshire, Inglaterra, en el seno de una familia modesta. Su infancia estuvo marcada por la temprana pérdida de sus padres, lo que lo llevó a vivir con parientes cercanos. Desde una edad temprana, mostró una inteligencia excepcional y una profunda devoción por la fe, dedicando largas horas al estudio de las Escrituras.

Después de recibir una educación académica en la Universidad de Oxford, donde destacó por su erudición teológica, Owen comenzó su ministerio como ministro congregacional en Fordham, Essex, en 1642. Allí, se ganó rápidamente una reputación como predicador poderoso y pastor compasivo, preocupado por el bienestar espiritual de su congregación.

La Ascensión de un Teólogo Puritano

Durante la década de 1650, Owen emergió como una figura destacada en el panorama teológico y eclesiástico de Inglaterra. Su compromiso con la teología puritana y su habilidad para combinar la erudición con la preocupación pastoral lo distinguieron como un líder entre sus contemporáneos. Fue durante este tiempo que comenzó a desarrollar su enfoque distintivo en la teología reformada, influenciando profundamente a las generaciones futuras de teólogos y predicadores.

Retrato de John Owen

Tras la ejecución de Carlos I en 1649 y el establecimiento de la República bajo Oliver Cromwell, Owen se convirtió en capellán del Lord Protector. Este período fue crucial en su vida, ya que no solo sirvió como consejero espiritual del gobierno, sino que también desempeñó un papel fundamental en la redacción de la Confesión de Fe de Westminster. Su influencia teológica se extendió a través de sus escritos, que abarcan tratados teológicos, comentarios bíblicos y obras pastorales.

El día que Dios le confirmó su nuevo nacimiento

En el año 1642, Owen se hallaba profundamente convencido de que la máxima fuente de autoridad radicaba en las Sagradas Escrituras, y adhería firmemente a las doctrinas ortodoxas de la historia. Sin embargo, su corazón aún no había experimentado la certeza divina que le confirmara su condición de hijo de Dios.

Una revelación trascendental llegó a Owen en un domingo particular. En compañía de un primo, decidió asistir a la Iglesia de St. Mary’s para escuchar a Edmund Calamy “el Viejo”, un renombrado predicador presbiteriano. Para su sorpresa, al llegar, se enteraron de que Calamy no estaría predicando esa mañana. En su lugar, un predicador rural, cuya identidad permaneció en el anonimato, ocuparía el púlpito. Este predicador tomó como base de su sermón Mateo 8:26: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?”.

Las palabras del predicador desconocido resonaron profundamente en el alma de Owen, disipando todas sus dudas y temores respecto a su estado de regeneración. En ese instante, una certeza indiscutible se apoderó de él: había experimentado el nuevo nacimiento.

Esta experiencia espiritual transformadora dejó una marca indeleble en Owen, infundiéndole una convicción interna de su filiación divina y su elección en Cristo desde antes de la fundación del mundo. Ahora, sabía con certeza que Dios lo amaba y que era el Dios verdadero y vivo.

“La gracia no anula nuestra responsabilidad, sino que nos capacita para cumplirla”.

John Owen

Este encuentro personal con la gracia divina encendió en Owen un interés ardiente por la obra del Espíritu Santo, un tema que exploraría a lo largo de su vida. Treinta años después, plasmaría sus reflexiones en su monumental obra «Un discurso sobre el Espíritu Santo», que ha sido aclamada como uno de los tratados más profundos sobre la obra del Espíritu Santo en inglés.

Desafíos y Compromiso

A pesar de su cercanía con el poder político, Owen mantuvo su integridad teológica y su compromiso con la pureza doctrinal. Sin embargo, tras la restauración de la monarquía en 1660, enfrentó dificultades como no conformista y se retiró de la vida pública. A pesar de estos desafíos, dedicó sus últimos años a la enseñanza, la predicación y la escritura, dejando un legado perdurable como teólogo, pastor y defensor de la fe reformada.

Un Legado Duradero

John Owen falleció el 24 de agosto de 1683 en Londres, pero su influencia continúa siendo relevante en la historia de la teología cristiana. Sus escritos siguen siendo estudiados y apreciados por teólogos, pastores y creyentes en todo el mundo como una fuente de inspiración y sabiduría espiritual. Su vida y obra han dejado un legado duradero que sigue impactando profundamente en la vida de la iglesia hasta nuestros días.

Redacción
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