La Corriente entrevistó a Itiel Arroyo, autor del libro “Amar es para valientes”. El reconocido predicador español se tomó unos minutos para conversar con la redacción y contarnos algunas intimidades relacionadas con el lanzamiento de su primer libro.
LC: ¿Cómo surgió la idea de «Amar es para valientes»?
IA: Bueno hay una razón cómica y luego una razón más profunda. La Razón cómica es porque Lucas Leys, el director de E625, me insistió para hacerlo. Es decir, yo veía la escritura como algo demasiado complicado para mí, porque soy un gran lector, respeto los libros, y nunca me he visto a mí mismo como un escritor. Soy un predicador y he practicado mucho la técnica de predicación y he crecido en ella, pero siempre me he sentido como incapaz de escribir, porque creo que la escritura desarrolla otras técnicas, es otro arte diferente.
Entonces Lucas me insistió, «tienes que escribir, y de esta manera al enfrentarte al desafío vas a crecer en la habilidad de la escritura». Y yo durante bastante tiempo le dije que no y finalmente, de esa manera que sólo los argentinos lo saben hacer, me lío y terminé escribiendo un libro. (bromea)
Esa es la razón cómica del asunto, luego la razón más profunda es básicamente porque este tema de las relaciones humanas, tanto las que tienen que ver con padres e hijos, noviazgo, matrimonio, ha sido algo muy recurrente en mi ministerio juvenil. Casi todos los grandes desafíos que me exponían los jóvenes iban relacionados con problemas en sus relaciones humanas y finalmente el gran problema era no entender qué significa amar de verdad.
Me di cuenta de que existe como demasiada confusión en cuanto a qué significa el amor verdadero, y esta confusión viene a causa de la cultura actual, que habla del amor como química o sensaciones, o incluso como una atracción sexual, y no queda muy claro qué es el amor. Esto hace que no podamos tener relaciones fuertes, basadas en amor verdadero.
LC: ¿Qué buscas trasmitirle esta generación de jóvenes a través del libro?
IA: Necesito decirle a esta generación qué es lo que la Biblia nos enseña acerca del verdadero amor, que en definitiva no es una teoría, sino que se encarga en una persona, que es Jesucristo. Él es el amor verdadero. Entonces el libro en realidad va sobre Jesucristo, muchos piensan que el libro va sobre relaciones románticas o noviazgo, nada que ver, siquiera hablo del noviazgo y si lo trato, es de una manera muy ligera, el libro va acerca de Jesucristo y como él nos enseña a amar de verdad en las diferentes relaciones que tenemos en nuestra vida.
LC: En el desarrollo del libro planteas esta idea fundamental de amar como Jesús amó ¿Por qué amar de esa forma es sólo para valientes?
IA: Realmente el amor que se revela a través de la persona de Jesucristo no es un amor superficial, es un amor que se compromete hasta el sacrificio total, de hecho, la máxima manifestación de amor que Jesús nos Dios fue la cruz, que significó sacrificio. Jesús perdió para que nosotros podamos ganar, y creo que este amor que nos enseña Jesús es un amor que los cobardes no pueden dar. Es un amor que implica tal grado de compromiso que se vuelve en una decisión de valientes.
En el libro conecto el amor con muchas virtudes que no son producto del sentimiento, sino que son producto de la voluntad, de decidir hacerlo.
Porque amar, como digo, no es algo que sientes, es algo que decides y es una decisión que requiere valentía.
Hay una frase que me gusta que dice «se necesita más valor para el amor que para la guerra». Algunos dicen «no, en la guerra pelean los valientes». La realidad es que los verdaderos valientes no están en la guerra, están en el desafío del amor, porque amar, como Jesús nos enseñó, es toda una tarea que requiere coraje.
LC: ¿Qué sería lo contrario al amor verdadero?
Creo que el día de hoy que vivimos justamente lo que considero la tendencia contraria al amor, que no es el odio, ni mucho menos, lo contrario al amor es el egoísmo que gira alrededor de uno mismo y es lo contrario al amor que gira alrededor de los demás.
De hecho, en el libro defino el amor como buscar el bienestar máximo de la otra persona, incluso por encima del bienestar personal. Entonces lo contrario a eso es el egoísmo, que busca su bienestar personal por encima y a costa de cualquier otra persona. En una cultura del egoísmo, amar se convierte en un acto de coraje.
LC: Comienza el libro la impactante historia de un misionero trabajando en áfrica ¿En qué marcó tu ministerio personal una experiencia tan fuerte como la de «Luis»?
IA: Su historia y su ejemplo sin duda para mí fueron muy inspiradores, como digo en el libro, entender que mi misión fundamental en este mundo es adelantar el amor eterno, ese que Dios quiere dar durante toda la eternidad a las personas, transmitirlo desde ahora en este mundo que es oscuro, lleno de sufrimiento, lleno de dolor, es el gran llamado que tengo.
Más allá de ser un predicador habilidoso, desarrollar proyectos interesantes o escribir libros, o lograr preminencia en las redes sociales, por encima de cualquier otra cosa, sé que mi gran cometido y mi llamado supremo es ser amado por Dios, vivir en ese amor, y luego adelantarlo a mi prójimo, y creo que no hay mayor satisfacción en la vida que cuando uno hace esto.
Yo le digo muchas veces a los más jóvenes, que de alguna manera me pueden ver como ejemplo en cuanto a no sé, ministro de Jesús y dicen «bueno si quiero ser un ministro de Jesús como Itiel, lo seré cuando por fin logre subirme a un escenario, predicar a una masa de gente y ahí encontraré el sentido de mi vida» y, honestamente hablando desde el corazón, tengo que admitir que el sentido de mi vida, el sentido de mi plenitud, no se encuentra sobre el escenario con el micrófono en la mano hablando a una multitud, eso no da sentido a mi alma. Lo que da sentido a mi alma tiene que ver con relaciones humanas y cómo yo me convierto en un catalizador del amor divino para alguien más.
Creo que pensar que la vida cristiana se trata de llegar a ser un predicador de escenario es no entender que la vida cristiana ocurre detrás del telón, a pie de calle, con las personas que son nuestros prójimos.
LC: ¿Qué aspectos del amor debería la iglesia abrazar, revindicar y transmitir de manera urgente en esta época contemporánea?
IA: Es una gran pregunta, y no me atrevería a decir que soy capaz de contestarla plenamente ahora, es cierto que en el libro hago un desarrollo del amor, y hago mención de ciertas manifestaciones, lo que llamamos virtudes que están conectadas con el amor verdadero, por eso hablo al principio del libro de la palabra hesed, en hebreo, que es la manera en que Dios nos ama. Y qué significa para nosotros vivir de esa forma y transmitir hesed.
Pero ahora cuando me hablabas de cómo manifestar amor, o cuál debería ser nuestra responsabilidad me ha venido a la mente, así como un flash, una palabra muy severa que Jesús le dijo a los fariseos, a la élite religiosa de la época, que decían que eran representante de Dios para la gente y en realidad lo representaban mal. Hubo una frase muy fuerte y confrontadora que les dijo y que de alguna manera siento que nos la dice a nosotros también como iglesia, como representantes de Dios en la tierra. Les dijo:
«Vosotros os habéis hecho expertos en diezmar, de la menta, del eneldo y del comino, pero os habéis olvidado de los asuntos prioritarios de la ley de Dios, que es la misericordia, la justicia y la humildad» (Mateo 23:23)
Entonces Jesús dijo que, en la ley de Dios, donde existían toda una serie de mandamientos, entre ellos el diezmo, la élite religiosa se había convertido en expertos contadores de hojitas pero se olvidaban de lo que Jesús dijo que tiene prioridad, que no es sacar el diezmo de esas cosas, sino ser misericordioso, ser justo y ser humilde. Y creo que estas tres cosas son fundamentales para la iglesia en el día de hoy.
La misericordia, y más en estos tiempos de pandemia donde van a haber auténticos dramas sociales, debemos ser agentes de misericordia. Justicia, en medio de grandes injusticias, donde los fuertes pisotean a los débiles, y donde constantemente oímos hablar de ese famoso tercer mundo, que son esclavos del primer mundo. Y Luego la humildad, creo que no hay nada que represente peor a Jesucristo que un cristiano orgulloso. Creo que tenemos que aprender mucho de cuál es la manera en que Jesús estableció su Reino, no lo hizo con la espada, lo hizo con la cruz.
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— Itiel Arroyo (@Itiel) April 29, 2020
He estado pensando mucho estas tres cosas últimamente, en cristianos que andan contando las yerbitas de la menta, el eneldo y el comino, es decir, concentrados en las cosas insignificantes y discutiendo por ellas, temas de la doctrina que quizás no tienen gran relevancia, y sin embargo se olvidan de misericordia, la justicia y la verdad.
LC: Hablabas recién del tiempo de pandemia que estamos viviendo ¿Qué viene trabajando Dios en tu ministerio en este tiempo tan complejo?
IA: Uno de los grandes tratamientos que Dios está haciendo en mi corazón a través de esta pandemia tiene que ver básicamente con que este mes estoy cumpliendo un año sin hacer algo que a mí personalmente me apasiona muchísimo, que es predicar en auditorios con gente. Llevo un año sin hacer esto, apenas lo he hecho en mi iglesia local, pero con unas medidas extraordinarias que lo convierten a todo en algo súper artificial y diría que a veces frío.
Entonces creo que lo que el Señor me está enseñando es «Itiel tú identidad como discípulo no está puesto en esa tarea que hacías, por muy emocionante que fuese, por mucho que te enriqueciese como persona, y por mucho que sintieses que eras valioso al hacerlo. Tu identidad, como mi discípulo, está en la conexión que tienes conmigo, y en si eres capaz de obedecerme, y obedecer a mi voz en el contexto que en el que te encuentras ahora”.
LC: Me imagino que todo ese proceso te dejó un gran aprendizaje.
IA: Si, Algo que estoy aprendiendo es a tener alegría por el tiempo que me ha tocado vivir, aunque eche de menos hacer cosas que antes hacía y que me apasionaban, y que ahora no puedo hacer, y no sé si podré hacerlas en todo el año 2021 la verdad. Entonces estoy aprendiendo a que Jesús sea mi fuente de gozo, y a ser discípulo en la realidad que me ha tocado ahora, y a saber que mi identidad deriva de ahí, de esa relación con Jesús y de ser su discípulo en la realidad que me ha tocado ahora.
Creo que eso es fácil decirlo, pero suele ser un poquito más complicado vivirlo. Muchas veces me levanto por la mañana y me digo «qué horrible, a ver cuando termina esto, cuándo volveremos a la normalidad». Y lo que quiero decir a todos los que leen es que quizás ese «¿cuándo volvemos a la normalidad?» nunca llega, quizás lo que llamábamos «normalidad» ha dejado de serlo, y ¿Qué pasa si ahora hay algo nuevo y lo viejo queda atrás y tenemos que aprender a vivir en algo nuevo?
Estoy aprendiendo a vivir con esa posibilidad, y aun así sentir que mi vida tiene sentido, porque soy discípulo de Jesús, aunque nunca más vuelva a ser un predicador de escenario.
LC: La idea sería: estar completos en Él, sin importar las circunstancias…
IA: Si exacto, de hecho, en estos días en mi iglesia local estamos predicando una serie sobre el libro de Filipenses, y lo interesante es que en ese libro la palabra que más se repite, después de Jesucristo, es la palabra «gozo, alegría» y el contexto de esa carta es carcelario. Pablo escribió una carta, que se conoce como la carta de la alegría, aunque estaba encarcelado, y eso me enseña algo, me enseña que Pablo entendió que es posible tener alegría, aunque las circunstancias a nuestro alrededor sean hostiles. Él estaba en una prisión física, pero su corazón era probablemente el más libre de toda Roma, y creo que es porque Pablo había entendido cuál era el sentido de la vida, y sabía que eso nadie se lo podía robar.
Para él, el vivir era Cristo y el morir era ganancia. Es decir, al final él tenía la carta ganadora, ya fuese que viviese o muriese, él ya había ganado, y cuando te sientes un ganador, cuando sabes que tienes la carta ganadora, sólo puedes vivir con alegría. Creo que tú, yo y los lectores, tenemos que recordar que tenemos la carta ganadora, la tenemos. Para nosotros el vivir es Cristo, sea en las condiciones que sea, y el morir, incluso si morimos a causa del coronavirus, es una ganancia, porque nos vamos directamente a estar con Jesucristo y vamos a vivir eternamente. Y creo que eso es motivo suficiente para estar alegre creo yo.