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Hambrientos y agitadores

Introducción 

Una de las revelaciones más importantes de la vida cristiana es que Jesús, cuando vino a traernos salvación, también vino a darnos un estándar. Significa que su vida es nuestro modelo para la vida (1 Corintios 1:11).

Esto era lo que la Iglesia en su origen buscó con determinación, como lo vemos reflejado en el Nuevo Testamento: Juan 14:12; Filipenses 2:5; 1 Pedro 2:21 y 4:1. Y así podríamos seguir, mostrando ejemplo directos e indirectos de Jesús como el modelo perfecto de nuestro estilo de vida. 

Entendiendo esta verdad, deberíamos responder la siguiente pregunta: ¿cómo cultivamos un estilo de vida que imite a Cristo Jesús? 

Redefinido: Nuestra fe tiene que girar en torno a la persona de Jesús

Casi todos venimos con una noción de Dios o del mundo espiritual. La verdad, la mayoría fuimos formados con algunas ideas, que no necesariamente son correctas. Aun si nuestro trasfondo de formación fue católico, evangélico, agnóstico, o lo que fuera, al acercarnos a Jesús debemos deshacernos de todo concepto espiritual equivocado para entender de qué se trata la vida cristiana.

En este sentido, el enemigo ha utilizado nuestras propias estructuras religiosas, hábitos y costumbres para limitar nuestra posibilidad de reproducir la vida de Cristo en nosotros. La religión es el intento humano de alcanzar a Dios, pero la vida de Cristo es el diseño de Dios para alcanzar al hombre.

Necesitamos entender por qué es importante redefinir nuestra vida cristiana: Jesús es la imagen visible de Dios (Colosenses 1:15), que vino a mostrarnos el camino de regreso a la imagen y semejanza que perdimos en Edén (Génesis 1:27). Si Jesús se presentó, fue para revelarnos que, a través de su gracia, no solo es posible tener una relación con el Padre, sino la misma que Él tuvo, porque, al aceptarlo, comenzamos a conocer que la voluntad de Dios es lo más perfecto que podemos experimentar en la Tierra, y dejamos de vivir para que Él viva en nosotros (Gálatas 2:20). En Cristo, Dios nos llama hijos, y esta identidad tiene que ver con el nuevo estilo de vida al que Jesús, nuestro hermano mayor, nos impulsa.

Hambriento: Nuestra búsqueda espiritual es el sustento de nuestra vida sobrenatural.

Jesús mantuvo una vida espiritual que está a disposición de todos nosotros. Los evangelios relatan cómo el Señor ayunaba, oraba, meditaba en las Escrituras, se congregaba y practicaba la generosidad. En pocas palabras, Él cultivó un estilo de vida de búsqueda y dependencia del Padre, como nosotros debemos hacer:

Entonces Jesús afirmó: 

—Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su Padre hace, porque cualquier cosa que hace el Padre, la hace también el Hijo. Pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Sí, y aun cosas más grandes que estas le mostrará y los dejará a ustedes asombrados. —Juan 5:19-20 (NVI)

Estás palabras lo ejemplifican a la perfección. Jesús nada podía hacer separado del Padre, y a causa de la misma relación que estamos llamados a tener con el Padre, veremos realizarse cosas aún más grandes.

Un problema usual que vemos en los cristianos es la falta de claridad respecto al valor de la espiritualidad que cultivamos. Nuestra hambre espiritual es lo que sostiene nuestra relación con Dios, y aun es la causante de lo que experimentamos.

Si nuestra hambre no nos convierte en hambrientos, tan solo tenemos una emoción momentánea. Un hambriento es alguien apasionado, que hizo de la búsqueda espiritual un estilo de vida. El hambriento tiene la mirada en el cielo, porque está queriéndolo ver descender en cada ámbito de la Tierra. Por lo tanto, está dispuesto a pagar cualquier precio con tal de no perder la conexión que sostiene su estilo de vida.

Por lo que dije antes, no existe hambriento que no sea perseverante. El hambre espiritual nos hace cultivar una espiritualidad que no tiene pausas, porque el individuo sabe que siempre puede conocer más del Señor.

Como si eso fuera poco, si conocer a Cristo Jesús se vuelve el motivo de nuestra vida, comenzaremos a experimentar una transformación sobrenatural que no dejará de impactarnos. Nuestra mente, nuestra cultura, nuestros hábitos: lentamente el hambre hará que todo sea tornado conforme a la persona de Cristo Jesús.

Agitador: Nuestra hambre siempre desembocará en acción.

El hambre espiritual es el sustento de los frutos de nuestra vida. Solo podré ver “obras mayores” de las que nuestro Señor realizó a causa del acceso que me otorga cultivar una vida de dependencia.

Mi disposición a desenfocarme de las cosas de este mundo, para enfocarme en el cielo, me permite traer a la Tierra lo que existe en el ámbito divino.

Jesús dijo que “el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mateo 11:12, RVR60).

Ser un agitador del Reino de Dios es permitir que Dios nos utilice como las manos y los pies de Cristo sobre la Tierra. Porque el Señor solo vino a iniciar la obra, que nosotros, la Iglesia, continuamos, de destruir todo lo que el enemigo hizo en la creación a fin de que todo sea restaurado y redimido bajo la soberanía del Rey de reyes.

El hambre nos llevará a conocer un Reino espiritual que está buscando irrumpir de manera sobrenatural, a través de los hijos de Dios. Esta misma hambre nos hará agitar nuestros entornos con el Evangelio de Cristo, y por medio de la fe nos llevará a dar a conocer algo más que palabras.

La vida misma de Jesús no solo tuvo hambre espiritual, sino una disposición para poner en escena el Reino de los cielos por los hechos sobrenaturales que realizó públicamente. Por eso, un agitador sabe que el hambre da a luz milagros cuando nos atrevemos a tomar riesgos. Al hacerlo, ejercemos fe, desde la victoria que nos dio Jesús, para sanar enfermos, expulsar demonios, dar palabras de ciencia, profetizar, y, en fin, sustentar la Palabra que predicamos con el poder del Espíritu.

Por último, nuestra vida también agitará con violencia los ambientes a causa de la cultura del Reino. Ante los ojos de este mundo, los valores y hábitos que abrazamos en Jesús son tan disruptivos que fueron motivo de persecución en el pasado, y lo son aún hoy. Pero, para los hijos de Dios, son un medio para que el cielo se haga presente en medio de nosotros.

En conclusión, redefinirnos bajo el estándar de Cristo Jesús nos hará hambrientos y agitadores para hacer avanzar el Reino de los cielos en nuestra Tierra.

David Decena
David Decena
Pastor junto a su esposa, Abigail, del Centro Familiar Cristiano de Eldorado (Mnes. Argentina). Realiza una maestría en orígenes del cristianismo en España. Es Director y co-fundador de EDES (Escuela de Entrenamiento Sobrenatural). Junto a Abigail, pastorea los ministerios creativos de su casa, trabajando en la expansión territorial de la iglesia en otras ciudades.

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