En un giro que ha sacudido los cimientos de la moralidad tradicional, Grecia ha aprobado el matrimonio homosexual y la adopción por parte de parejas del mismo sexo, ignorando abiertamente los valores arraigados en la fe cristiana ortodoxa que han definido la nación durante siglos.
Con 176 votos a favor, 76 en contra y 2 abstenciones, el parlamento griego ha respaldado esta reforma, que ha sido promovida por el gobierno conservador en un acto que ha generado una división profunda y dolorosa entre los ciudadanos griegos.
Esta decisión sitúa a Grecia como el primer país cristiano ortodoxo en legalizar el matrimonio homosexual, marcando un alejamiento alarmante de los principios morales que han guiado su sociedad.
El primer ministro conservador, Kyriakos Mitsotakis, ha permitido que los legisladores de su partido voten según su conciencia, una acción que contradice directamente los fundamentos de nuestra fe y que ha sido justificada con argumentos que buscan desvincular la religión de la esfera pública.
A pesar de las palabras del primer ministro, es evidente que esta medida ha sido impulsada por una agenda secular que desprecia las enseñanzas bíblicas sobre la institución del matrimonio y la familia.
La aprobación de esta ley ha sido celebrada por algunos sectores de la sociedad, pero no podemos ignorar las consecuencias negativas que esto traerá consigo. La falta de reconocimiento de la gestación subrogada para parejas homosexuales y el acceso limitado a tratamientos de reproducción asistida son solo algunos de los problemas que esta reforma deja sin resolver.
En resumen, esta decisión representa un desafío directo a los principios fundamentales de nuestra fe y una desviación peligrosa de los valores que han sido la base de nuestra sociedad. Es un llamado urgente a la reflexión y a la defensa de la verdad bíblica en un mundo que cada vez parece alejarse más de ella.