Para entrar al mundo, Cristo necesitaba un cuerpo. Dos mil años atrás, ese cuerpo de carne se llamó Jesús, el Hijo de David.
Por eso, al entrar en el mundo, Cristo dijo: «A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas; en su lugar, me preparaste un cuerpo». Hebreos 10. 5 NVI
Este evangelio habla de su Hijo, que según la naturaleza humana era descendiente de David… Romanos 1. 3 NVI Pero ahora en la actualidad, ese cuerpo somos nosotros, llamado la Iglesia. Somos el Cuerpo de Cristo, engendrados y nacidos de nuevo no por voluntad del hombre, sino por voluntad de Dios.
11 Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. 12 Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. 13 Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios. Juan 1. 11 – 12 NVI
Necesitamos comprender que Cristo vino hace dos mil años atrás y necesitó un cuerpo para establecer el Reino de su Padre por medio de hacer su voluntad en el acto diplomático de la cruz. Ahora, por el Espíritu de resurrección, Él viene impartido a este segundo Cuerpo que es la Iglesia, para manifestar ese Reino – que ya fue establecido en el primer cuerpo – por medio de nosotros. En Él estamos completos, y deberíamos vivir por una razón mayor que nuestras realidades o necesidades particulares, que nuestros intereses o conveniencias personales.
Debemos pasar de ser receptores a ser agentes de impartición, para poder dispensar la vida de Cristo a los demás. El fin de la dispensación, de la administración de la vida de Cristo es producir la expresión corporativa del Hijo de Dios.
11 Ahora bien, Cristo dio los siguientes dones a la iglesia: los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros. 12 Ellos tienen la responsabilidad de preparar al pueblo de Dios para que lleve a cabo la obra de Dios y edifique la iglesia, es decir, el cuerpo de Cristo. 13
Ese proceso continuará hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de Dios que seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo.
14 ENTONCES YA NO SEREMOS INMADUROS COMO LOS NIÑOS. No seremos arrastrados de un lado a otro ni empujados por cualquier corriente de nuevas enseñanzas. No nos dejaremos llevar por personas que intenten engañarnos con mentiras tan hábiles que parezcan la verdad. 15 En cambio, hablaremos la verdad con amor y así creceremos en todo sentido hasta parecernos más y más a Cristo, quien es la cabeza de su cuerpo, que es la iglesia. 16 Él hace que todo el cuerpo encaje perfectamente. Y cada parte, al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de amor. Efesios 4. 11 – 16 NVI
El Cuerpo de Cristo es Su expresión corporativa. Llegar a la unidad de la fe es ser todos gobernados por la misma fe, es tener activada la mente de Cristo para ver, escuchar y entender todos lo mismo.
Tanto en la familia natural como en la espiritual, deben estar todas las voluntades rendidas a una sola voluntad. La razón que debe movernos siempre es Su voluntad.
Edificamos personas para la conformación del Cuerpo. No debemos vernos como individuos en una congregación, porque la realidad es que somos miembros de un solo Cuerpo, congregados en Cristo.
Somos UN Cuerpo. Cuando entendemos que el UNO es posible si dos o más personas están llevando a cabo la misma Voluntad. La cruz hace de muchos uno. Reconcilia todo en Cristo haciéndonos uno. No es democrático, sino gubernamental, con Cristo como cabeza. Se unifica el sentir, el pensar, el hablar. Una sola alma. La cruz destruye el individualismo para vivir y construir la vida corporativa.
Debemos entender qué nos une. Sino perderemos tiempo. No es conveniencia propia sino lo que le conviene a Cristo y Su Cuerpo. Ya estoy completo en Cristo, ya no busco conveniencias.
El Señor siempre fue UNO con su Padre dejándonos el modelo: El Padre y yo somos uno. Juan 10. 30 NVI
La razón por la que Jesucristo y el Padre siempre fueron UNO, es porque Cristo hacía lo que al Padre le agradaba. Él mismo lo explico: nada hago por mi cuenta. Y aún dijo que ni el Espíritu Santo hablaría por su cuenta.
Dios está buscando que el mundo vea al Cuerpo corporativo de Cristo. No sólo a individuos.
Dios no es evangélico ni protestante o católico, no es ortodoxo ni pertenece a ninguna religión o tradición humana. Dios es Dios y es el mismo por siempre. Él es inmutable.
La Iglesia es una de las mayores creaciones de Dios. Desde Su perspectiva sólo está la Iglesia de Cristo creada por Dios.
Las diferentes versiones de la iglesia es la intervención del hombre en el diseño de Dios y por eso hay tantas divisiones. La Iglesia no fue creada para ser una institución religiosa. No fue creada para competir con las religiones del mundo y ser una opción más. La Iglesia fue creada para ser la nueva humanidad que expresa a Dios en la tierra como vida real en una familia espiritual que experimentó la cruz.
«Nos dedicamos a producir hijos de Dios conforme al Hijo. Somos representantes del Padre en función representativa de padres tanto en la familia natural como la espiritual».
4 Porque toda casa tiene su constructor, pero el constructor de todo es Dios. Hebreos 3. 4 NVI
4 Cristo es la piedra viva, desechada por los seres humanos, pero escogida y preciosa ante Dios. Al acercarse a él, 5 también ustedes son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual… 1 Pedro 2. 4 – 5 NVI
La voluntad de Dios es ver todo reunido en Su Hijo, es ver la expresión de Su Hijo en todo y como familias debemos trabajar por eso.