¿Cuánto cuesta mantenerse informada? ¿Alguna vez te planteaste esta pregunta?

Hay una antigua y conocida frase que dice: “Información es poder”. Coincido: informarnos es empoderarnos. Sin embargo, estamos muy sumergidas en diversas tareas —el trabajo, los estudios, la familia, muchas responsabilidades y múltiples actividades— que conforman nuestra rutina y que ocupan gran parte de nuestro tiempo a diario. Esto hace que, para muchas de nosotras, informarnos sobre lo que está sucediendo en nuestro país y en el mundo se convierta en un factor de estrés y una agotadora pérdida de tiempo. 

Sucede que la información es gratis, pero informarse es caro y se paga con la moneda de mayor valor: tiempo.

Lucila de Souza, estudiante de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales

¿Qué dirías si te preguntara si estás informada respecto a algo puntual que haya sucedido recientemente? Es probable que asocies el hecho de informarte con haber visto, leído o escuchado al respecto en los medios masivos de comunicación o incluso en las redes sociales. 

Si bien esta asociación es válida, muchas veces ignoramos que la información que consumimos está previamente procesada y filtrada por la persona o el medio que la comunica. Esto sucede de la misma manera con otras “fuentes de información” que nos rodean y que tomamos como legítimas. Por ejemplo lo que te cuentan que vieron o escucharon tus amigas, la opinión de tus padres, o la forma de ver e interpretar la realidad que te comenta un vecino, etc.

El Instituto Reuters de la Universidad de Oxford llevó adelante el Informe sobre Noticias Digitales 2020. En este se analiza a qué fuentes de información recurren los latinoamericanos —entre otras regiones del mundo— a partir del relevamiento de datos de Argentina, Brasil, Chile y México.

En nuestra región se observa que las personas se informan principalmente por medio de Internet y redes sociales y, en menor medida, a través de la televisión y diarios impresos. 

Informe sobre noticias digitales 2020 de Instituto Reuters de la Universidad de Oxford.

Se ha observado también una gran preferencia hacia los teléfonos celulares como dispositivos para acceder a noticias. Esto no debería extrañarnos ya que su portabilidad y conectividad nos permiten el acceso inmediato a información sin importar dónde nos encontremos. 

Entonces, ¿por qué no nos informamos?

¿Por qué, pese a que contamos con tanta accesibilidad, cuando se trata de saber sobre temas políticos, económicos o sociales —que nos afectan a todas por igual— muchas veces nos encontramos con que “hacemos agua”? No conocemos del todo o tal vez nos encontramos repitiendo opiniones que leímos o escuchamos de otros, respecto a un tema que no hemos llegado a profundizar. 

Joseph A. Schumpeter es un reconocido politólogo y economista. Él, en su teoría de la elección publica, sostiene que, pese a que nos encontramos avasallados de información política, aun así muchos de nosotros permanecemos pobremente informados sobre cuestiones públicas.

Es que sumado a lo anterior, y como si todo esto no fuese suficiente, los medios de comunicación nos muestran solo una porción de lo que está sucediendo. Y a esa porción de información, la filtran y la presentan de una manera específica con una intención meditada a fin de lograr un efecto deseado. Entonces,

el problema no es solamente que nos informamos poco porque no tenemos tiempo, sino que lo hacemos de manera incompleta y hasta incluso sesgada. 

Lucila de Souza, estudiante de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales

N. Bobbio en su libro El futuro de la democracia afirma que “la democracia no puede prescindir de la virtud, entendida como amor a la cosa pública, pues al mismo tiempo debe promoverla, alimentarla y fortalecerla” (2001, p. 39). 

Lo anterior me remite a la distinción que en su obra Consideraciones sobre el Gobierno Representativo realiza J.S. Mill (1986, pp. 74-78) entre los ciudadanos activos y pasivos. Él afirma que generalmente los gobernantes prefieren a los ciudadanos pasivos porque es más fácil controlar a súbditos dóciles e indiferentes. Sin embargo, un país democrático necesita de ciudadanos activos e involucrados. 

Como te mencionaba al principio: informarte es empoderarte. Y si te gustaría conocer e informarte sobre lo que está aconteciendo, pero te cuesta dedicarle tiempo, te propongo este pequeño ejercicio: Elige un momento del día donde tengas tan solo unos pocos minutos. Desde tu celular o el dispositivo con el que cuentes, busca una sola noticia en diferentes diarios (incluso cuando sea posible, búscala tanto en diarios de tu país y de otros).

Sé intencional en la lectura. Intenta separar los juicios de valor (todo adjetivo calificativo) de los hechos.

Lucila de Souza, estudiante de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales

Y si quieres dar una milla extra, siempre que se pueda, recurre a la fuente primera: el boletín oficial, proyecto de ley, los datos duros, etc.

Con la constancia de poner esto en práctica, probablemente cada vez se te vuelva más sencillo estar informada día a día sobre las cuestiones que se presentan. Y no solo eso, sino que también vas a poder tener una mirada más crítica y analítica de los sucesos. 

Sabemos que nuestro paso por la Tierra es temporal. Pero aun así, en el mientras tanto, seamos como aquellos cuatro jóvenes israelíes en Babilonia (leer Daniel 1): dotadas de sabiduría e inteligencia para entender toda literatura y ciencia. Así, cuando nos interroguen, nos hallarán diez veces más entendidas que el resto. Incluso, cuando tengamos que hacer frente y levantar la voz ante una situación injusta, lo haremos desde el poder del Espíritu Santo. Pero estando informadas, con entendimiento y argumentos sólidos.