Quizás es reconocida por todos, la historia de Jesús sanando al paralítico, a orillas del estanque de Betesda. Los estanques no eran simplemente pozos de donde sacar agua. Como cuenta el evangelio de Juan, eran lugares repletos de personas, algunos buscando un milagro o sanación.
Aún no se sabe a ciencia cierta por qué se creía que eran lugares milagrosos, sin embargo, en la Biblia quedó el registro fiel de que el mismo Jesús pasó por allí.
Las rarezas del paralítico y Betesda
Lo primero que hay que notar es que esta historia se encuentra en un solo evangelio, el de Juan. Así como sucede con otras historias de Jesús, que las describe un solo evangelio —por ejemplo, los reyes magos (sabios, según la versión), descrita solo por Mateo— lo mismo sucede con esta historia.
“Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda” (Juan 5:1-8, RVR1960).
¿Cuál es la respuesta a todo esto? Muy simple: cada uno de los apóstoles escribió lo que vio o lo que recordó. Quizás ellos mismo no vieron todo lo que hizo Jesús, sino que recolectaron la información de otras personas, o investigaron otros documentos.
Esto no significa que la Biblia que tenemos hoy en día sea falsa o adulterada, sino que es importante verla como un todo. Los evangelios son un complemento: lo que no describió uno, lo hace el otro. Al parecer, solo uno registró lo que sucedió en aquel estanque.
Betesda, donde los enfermos se juntaban
Según la Biblia Arqueológica, Nueva Versión Internacional, los estanques eran lugares donde se recolectaba agua, ya sea para uso cotidiano, como para dar de beber a animales.
Pero estos no eran simples pozos de agua: tenían una estructura construida en piedra de grandes dimensiones. Por ejemplo, el de Betesda, comprendía un área de 5 km2 repletos de agua. Además, contenían una serie de arcos de entrada y puertas, por donde las personas circulaban. Estos, junto con los mercados o plazas, eran los lugares de mayor concurrencia, debido a que no existía el agua corriente en las casas particulares.
Es esta concurrencia la que podría haber permitido la sanación del ciego de nacimiento de Juan 9, debido a que una gran cantidad de judíos pudo ver el milagro en el estanque. La diferencia es que esto ocurrió en el de Siloé.
Manantiales naturales y el dedo de los ángeles
Estos sitios de abastecimiento de agua estaban ubicados en lugares donde había manantiales naturales los cuales brotaban, por momentos, con gran fuerza. Esto podría haber coincidido con el movimiento que describe la Biblia, donde, cada cierto tiempo, se removían las aguas y el primero en entrar era completamente sanado.
De ninguna manera esto desacredita lo escrito en las Escrituras. Al contrario, otras fuentes extrabíblicas parecen confirmar la popularidad de estos lugares de sanación, sobre todo, el de Betesda. Es por esto por lo que el lugar vivía abarrotado de habitantes, no solo para buscar agua, sino también para encontrar la sanación.
Los romanos no eran tontos, también sabían de Betesda
Según la Biblia nombrada antes, los romanos también supieron de lo milagroso del estanque. No lo dicen las pruebas escritas sino los restos arqueológicos. Al conquistar Jerusalén, luego de la invasión romana, fue uno de los lugares más renombrados y citados. Además, no sufrió una destrucción tan grave como otros edificios ubicados en la ciudad (un caso notable es el templo).
Lugares misteriosos. ¿Dónde está la puerta de las Ovejas?
Los arqueólogos y estudiosos no logran descifrar con exactitud dónde está ubicada esta puerta, nombrada en el evangelio de Juan. Como su nombre lo indica, debió ser un lugar donde la mayoría de los pastores entraban y daban de beber a su ganado.
Eusebio, un historiador, aseguró ver que las aguas de este lugar se tornaban rojizas. Podría haber sido debido a los sacrificios que allí se realizaban o a la naturaleza geológica donde estaba ubicado.
Como podemos ver, los estanques eran lugares sumamente concurridos, pero, sobre todo, sumamente utilizados como manifestación divina. Lo bueno de hoy en día es que no es necesario viajar hasta Jerusalén para poder ser sanado. Simplemente, basta con creer en el mismo Jesús que caminó por esos estanques.