Muchas veces hemos predicado y hablado sobre este versículo: “Dios mira el corazón”, pero la realidad es que las personas miran lo externo, es decir la apariencia. La gran pregunta es: ¿Qué ven cuando nos miran? Lo que nos lleva a un segundo interrogante: ¿Qué es lo que nosotros mismos vemos, cuando nos miramos en nuestro nuevo espejo? ¡Acertaste!… estoy hablando de las redes sociales. ¿Somos realmente eso que vemos?
Cómo cambiaron nuestra vida las pantallas o, mejor dicho, ¡cuánto la expusieron!
A veces no sabemos si reír o llorar por lo que vemos en ellas, lo dejo a criterio de cada uno… pero la realidad, al menos la de muchos, es que tratamos de mostrarnos de la mejor manera, exponemos nuestra mejor versión. Elegimos las fotos “más lindas”, en la que nos producimos más, esas en las que mejor salimos.
De hecho, muy pocas veces en todos estos años vi fotos de auditorios semivacíos. Tampoco subimos fotos cuando estamos mal vestidos o cuando hemos discutido con alguien. Casi siempre, subimos fotos con los auditorios completos o con muchas personas en el Zoom o el vivo.
En otras ocasiones publicamos fotos de la gente llorando en respuesta a un poderoso sermón y a un “exitoso llamado”. ¿Qué es lo que intentamos mostrar? ¿Por qué lo hacemos? ¿Será que mostramos una imagen que no tenemos?
Claro, el tema es que si nos mostramos tal cual somos, sin maquillaje, sin la ropa cool, sin los auditorios llenos, es probable que tengamos pocos like, entonces de a poco y muy sutilmente, sin querer o queriendo, comenzamos a depender de la aprobación de los demás, de los likes, y comenzamos a subir aquello que la gente aprueba, no lo que verdaderamente somos o pensamos.
Vernos como Dios nos ve
¿Nos gusta lo que vemos de nosotros? ¿Es nuestra verdadera imagen? ¿Por qué la disfrazamos tanto? Te invito a reflexionar sobre uno de los jueces más miedosos en sus comienzos: Gedeón. Recordemos a Gedeón, una persona que por lo que nos narra la Palabra en Jueces 6, vemos que tenía grandes problemas de identidad. Estaba escondido y con mucho miedo a causa de los madianitas, el gran enemigo en ese tiempo. Este joven se miraba en el espejo y no veía su mejor imagen, ni era lo que hubiera querido ver, pero era su triste realidad y la de su pueblo.
Me imagino a Gedeón en esos tiempos. ¡Cuántas ganas tendría de subir una foto a Instagram mostrándose vencedor y sin la opresión de los enemigos! Y quizás, con los demás se mostraba sin temores, como nosotros en muchas publicaciones.En esa situación Dios se le aparece y le muestra una nueva publicación, una foto de su futuro no muy lejano. El Señor le enseña una selfie en “modo victoria” desde el mismo campo de batalla. Estaban festejando porque habían derrotado a ese ejército enemigo tan numeroso. ¡Y con trescientos hombres nada más!, ¡sí… solo trescientos!
Comenzaron con muchos soldados, pero el miedo hizo que algunos abandonaran. Así que con muy pocas personas vencieron al enemigo. En esta selfie Gedeón aparece como un varón esforzado y valiente. Claramente él no se veía de esa manera en su espejo, pero Dios sí, Él lo veía como un libertador.
Nuestra identidad, con frecuencia y de diferentes formas, será atacada por el enemigo. Algunas veces permeando los pensamientos que tenemos acerca de nosotros mismos. Pero otras a través de palabras o acciones/actitudes de quienes nos rodean o hasta de personas cercanas y también en la manera en la que las interpretamos. Sin importar de qué forma ocurra, no escondamos lo que nos pasa, pidamos ayuda y recordemos que nuestra identidad es en Cristo, quien vive en nosotros.