Son pocas las personas en la etapa de noviazgo que entienden el consejo del apóstol Pablo de “amar al cónyuge”. Para muchos en la etapa previa al matrimonio este consejo parece un absurdo pues el amor prematrimonial está impregnado de idealización, negación de defectos, enamoramiento, etc.

El verdadero amor empieza después del casamiento, cuando se requiere cubrir los errores, desaciertos y falencias de carácter del otro. Algo que poco tiene que ver con sentimientos. El amor definido en 1 Corintios 13 no tiene nada que ver con las emociones sino que es la autonegación y buscar lo mejor del otro. Este tipo de amor está basado en acción y actitud. En otras palabras, no es necesario sentir nada con respecto a alguien para amarlo. Pues amar se resume en obrar. 

Debido a ello, debemos aprender a “amar” sin importar lo que sintamos, como lo declara 1 Juan 3.18: “Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad”. En ningún momento podemos dejar que nuestros sentimientos dicten nuestros actos. 

Si tenemos este concepto en mente los conflictos no afectarían nuestro matrimonio pues son parte de éste y no deberíamos verlos como malas experiencias sino como oportunidades para crecer y fortalecer nuestra relación. Los conflictos no son malos en sí mismos, es más, son inevitables. No podemos huir o evitar los desacuerdos, más bien debemos aprender a resolverlos. Jesús no evitó los conflictos si no que los enfrentó con sabiduría. 

Si bien las causas de las desavenencias son muchas y pueden ser originadas por las cosas más insignificantes, la mayoría se pueden agrupar en dos categorías: heridas no tratadas y carácter no tratado. Permítanme explicarles esto.

Las personas que no sanan las heridas causadas por sus padres o por circunstancias de la vida o por parejas anteriores buscarán a alguien que pague por esos dolores. En otras palabras, si no sanamos las heridas del pasado sangraremos sobre personas que no nos cortaron. 

La segunda causa de conflictos es la poca madurez espiritual o la imposibilidad de manifestar el fruto del Espíritu. ¡Cuidado! La manera en la cual reaccionamos frente a los conflictos demuestra la condición de nuestro corazón o nuestro grado de madurez espiritual.

Pablo nos dice en Gálatas 5.20 que las peleas constantes son una muestra de que vivimos en la carne: “se pelean unos con otros, son celosos y se enojan por todo. Son egoístas, discuten y causan divisiones”.

El matrimonio no se trata de felicidad sino de madurez. Cuanto más maduros seamos, más felices seremos y menos conflictos tendremos pues sabremos reaccionar debidamente cuando estos aparezcan.

Esta falta de carácter hace que no tengamos filtros entre lo que pensamos o sentimos y lo que expresamos. Lo que pienso eso digo. De manera que muchos justifican sus malas reacciones argumentando que esa es su personalidad. Ejemplo: “cuando me enojo no hablo” “cuando me enojo exploto”, etc.

Si bien es cierto que las emociones no tienen filtro, las reacciones sí lo tienen. No es sano esconderse detrás de las características de la personalidad para justificar las reacciones explosivas o inadecuadas y no podemos permitir que nuestras emociones nos controlen. 

Los siguientes consejos les pueden ayudar a resolver conflictos:

1. Toma la iniciativa para resolver el conflicto cuanto antes. No den lugar al diablo. El tiempo por sí solo no soluciona los conflictos si no que nos distancia.

2. Asume tu parte del problema. La mayoría de los conflictos se originan en el orgullo herido y el excesivo egoísmo, es decir, muchos conflictos comienzan en lo profundo del corazón. Cuando tengo paz dentro, expreso paz en el exterior. Nadie puede ofenderte sin tu consentimiento. Es la inmadurez la que produce la mayoría de los conflictos, no es la incompatibilidad.

3. Ten empatía por el corazón herido del otro. La gente que más necesita amor es la que menos lo merece. Escucha más allá de las palabras, escucha el corazón, porque las palabras no siempre expresan los sentimientos. Escucha el doble de lo que hablas durante el conflicto. Escuchar valida a las personas. Di la verdad con amor, porque de esta manera se consigue construir y no destruir. Siempre pregúntate cuál es la motivación para decir esto “¿estoy motivado por el deseo de venganza, o vindicación, o el deseo de humillar al otro?”.

4. Avanza en la reconciliación antes que en la solución. Muchos de los conflictos surgen cuando nos volvemos defensivos frente a los reclamos del otro. En lugar de ayudar a buscar una solución levantamos una muralla de defensa frente al corazón herido. Si desean reducir notablemente sus conflictos matrimoniales den lugar a que el otro pueda expresar su frustración con la seguridad de que no será agredido sino comprendido.

5. Busquen ayuda de un consejero si la situación se pone difícil. Un tercero puede mirar el conflicto desde otra perspectiva y tener herramientas para aportar soluciones. Les invitamos a participar en el curso de resolución de conflictos los días martes por Facebook Live a las 21.00 hs de Argentina, puede ser de gran bendición para potenciar el matrimonio.