“¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?” Eclesiastés 3:9 

Hace unas semanas comencé a sentirme diferente, estaba cansada todo el día, no era tan extrovertida como siempre y me costaba descansar en la noche, algo muy raro en mí. Pensaba todo el tiempo en mi productividad y tareas pendientes, algo estaba cambiando.

Leí un poco sobre el desánimo, vi prédicas sobre ansiedad y revisé algunos artículos sobre síntomas de depresión. No, no era depresión lo que tenía, pero sí estaba gastando todas mis energías en el lugar equivocado.

Ser conscientes y actuar

La primera decisión que tomé fue no mirar el celular cuando me levantaba, porque ya comenzaba el bombardeo de notificaciones que me exigían respuestas e iniciar mi día corriendo. Cambié mi rutina y comencé haciendo mi devocional, leyendo la Biblia con un buen café y orando para que el Señor me acompañara en mi agitado día.

Y Dios en su misericordia comenzó poco a poco a contestar mis preguntas sobre qué estaba ocurriendo en mí.

Primero vino con una voz suave, pero confrontadora, y me dijo: “Tu llamado es más importante que tus talentos”; fue duro al comienzo, pero comenzó a darme dirección. Ese día iba a verme con una amiga y durante el camino comencé a decirle al Señor que me recordara mi llamado, se me pasó por la mente mis tardes de niña jugando a predicar frente a muchas personas y mi deseo por aconsejar amigas, pero algo me decía que no era por ahí.

Dios habla

Días después, comencé a hacer mi devocional en la mañana y leí una maravillosa oración que hace Esdras, capítulo 7, donde el profeta le da toda la gloria a Jehová y reconoce que es gracias a su obra, lo que él está viviendo en ese momento.

Ahí estaba lo que Dios quería decirme, en esos versículos, así que los leí una y otra vez, hasta que el Espíritu Santo me hizo entender y pude ver que estaba pasando por picos de ansiedad, no precisamente por las situaciones que estaba viviendo, sino porque había dejado de lado mi primer llamado: conocer a Jesús.

Reflexión

Podemos llevar años en la iglesia, estar a cargo de un ministerio o, incluso, ejercer los dones espirituales constantemente, pero todo eso va cargando nuestras emociones y nuestro corazón, si no tenemos como prioridad buscarlo, conocerlo y amarlo. Es para esto que fuimos creados, eso es lo que realmente nos llena y da plenitud a nuestro corazón.

Si estás estresado, agotado, cansado, con ansiedad: no te olvides de disfrutar a Cristo.

Tengo 27 años y nací en Bogotá, Colombia. Los últimos 10 años viví en Buenos Aires, donde me reencontré con el Señor, donde Dios me restauró, el lugar en el que conocí a mi esposo y donde tuve a mi hija Majo. Me gradué de periodista, pero mucho antes de terminar la carrera me di cuenta de que lo mío era el diseño y la ilustración. Estoy agradecida con Dios por guiarme a vivir sus planes y no los míos, me ha llevado mucho más lejos de lo que yo imaginaba.