Las palabras que salen de nuestra boca producen algún efecto, ya sea en otros, en nosotras mismas o en el ambiente. Cambian estados de ánimo, generan reacciones, producen cambios de actitudes, impulsan acciones, modifican las emociones, modelan el carácter y transforman ambientes.
¿Notaste ese tremendo poder que tienen las palabras? Es un poder heredado de nuestro Creador, quien creó todo lo que existe con la palabra. Él decía y era hecho. Y nosotras fuimos creadas a su imagen y semejanza.
Ahora bien, los efectos que producen las palabras que pronunciamos pueden ser tanto positivos como negativos. La Biblia lo expresa de una manera muy contundente: “En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto”, Proverbios 18:21 NVI.
Así que cada vez que hablamos desatamos un poder que puede traer vida o muerte. ¿Cómo es esto posible? Pensá por un momento qué sentís cuando te dicen palabras hirientes, descalificativas o amenazantes. Un estado de ánimo que hasta ese momento no sentías comienza a invadir tu corazón, emociones negativas empiezan a emerger y de acuerdo a tu tipo de temperamento las reacciones no se harán esperar.
Si ya te sentías mal, esas palabras quizás sean el golpe final para terminar de convencerte de lo mal que estás, instalando una mentira en tu mente que te limita. Este tipo de palabras dañan la autoestima, truncan sueños, frenan proyectos, limitan el desarrollo, impiden el crecimiento, apagan ilusiones, matan posibilidades y oportunidades. Son palabras que producen muerte.
«pensá qué se produce en tu interior cuando recibís palabras de ánimo, de aliento, de afirmación, de reconocimiento, Incluso aquellas palabras de corrección, pero dichas con amor que te impulsan a mejorar y a superarte».
Mariana Maillet
Si te sentías decaída, una sensación de confianza comienza a afianzar pensamientos correctos en tu mente. Un nuevo ánimo te impulsa a seguir adelante con una mejor perspectiva de la situación en la que te encontrás. Este tipo de palabras animan, sanan y refuerzan la autoestima, promueven el desarrollo de las capacidades, impulsan a la superación, alimentan los sueños y proyectos. Son palabras que producen vida.
Me gusta mucho ver lo que ocurre en las competencias, ya sean individuales o en equipo, cuando alguien se está dando por vencido y entonces, ya sea el público o sus compañeros o su entrenador comienzan a alentar diciendo todo tipo de palabras de ánimo para que la persona no abandone la competencia, para que siga adelante, que puede lograrlo.
Es notable como —más allá del resultado final de la competencia— la persona al escuchar esas palabras recibe como una inyección de nuevas fuerzas y continúa en competencia sin rendirse.
“Necesitamos tomar conciencia de que somos portadoras de este tremendo poder y pensar antes de hablar”.
Mariana Maillet
Vos y yo tenemos la capacidad de contribuir y ayudar a otros a que se desarrollen, superen, conquisten objetivos y levanten su ánimo, o destruir sueños, limitar las habilidades, herir los sentimientos y aplastar el desarrollo de los demás.
Por otro lado, sólo podemos dar de lo que tenemos y hemos recibido. Por eso la “calidad” de las palabras que salen de nuestra boca es el reflejo de las palabras que hemos recibido a lo largo de la vida en nuestro entorno, sobre todo el más cercano. Qué bueno es si el balance de las palabras recibidas es mayoritariamente de afirmación.
Pero si no ha sido ese tu caso, necesitás saber que hay alguien que puede y quiere inclinar la balanza hacia el lado correcto, que ha dejado muchas palabras de afirmación dirigidas a cada una de nosotras en el manual de vida que es la Biblia. Palabras cargadas de aceptación, de amor, de propósito, de identidad, de ánimo, que nos van a permitir tener una mirada de nosotras mismas correcta y nos van a impulsar a desarrollar el potencial particular que tenemos.
Pero no sólo eso, sino que a su vez nos transforman en sus portavoces, es decir, mujeres que transmiten vida a través de las palabras. Las mismas palabras que hemos recibido del Padre y nos han transformado, ahora fluyen de nuestros labios para bendición de otros.
“Para tener en cuenta: es tan importante el contenido de nuestras palabras como la manera y la intención con que las pronunciamos”.
Mariana Maillet
Partiendo de la base de que debemos ser veraces al hablar, no es lo mismo decir la verdad con amor a decirla cruelmente. El resultado va a ser diferente. Aunque sea necesario corregir a alguien es muy importante revisar la motivación con la que lo hacemos. Si mi motivación es la correcta, es el deseo de lo mejor para la otra persona, entonces la manera de hablar —sobre todo una dura verdad— va a hacer la diferencia entre producir vida o muerte.
“Esto responde el Señor: —Si regresas a mí te restauraré para que puedas continuar sirviéndome. Si hablas palabras beneficiosas en vez de palabras despreciables, serás mi vocero. Tienes que influir en ellos; ¡no dejes que ellos influyan en ti!”, Jeremías 15:19 NTV.
¡Seamos las voceras de nuestro amoroso Padre! ¡Llevemos vida con nuestras palabras!