El último mes del año para muchas viene con una carga emocional muy grande, además del cansancio físico típico de esta época, se suman las presiones por intentar cerrar la mayor cantidad de tareas pendientes que fueron quedando durante el año.

En lo personal, me encanta esta época del año, las fiestas, hacer cierres de balances y planificar lo nuevo que está a pocos días de comenzar. Sin embargo, muchas veces llego a este momento casi sin energías, cansada de andar corriendo de acá para allá y sintiendo que el tiempo no me alcanza para todo lo que tengo planificado en mi agenda.

El rey Salomón, en el libro de Eclesiastés, nos lleva a reflexionar sobre las cosas esenciales, esas que dan verdadera plenitud y alegría a nuestra vida; y nos advierte sobre aquellas que tienen apariencia de saciar, pero que no sacian de verdad y nos mantienen corriendo sin sentido. (Eclesiastés 3: 12-15)

No permitas que el agotamiento y el cansancio de fin de año te lleven al colapso y te roben el gozo y la alegría.

Uno de los grandes errores que cometemos es creer que la verdadera felicidad se encuentra en las cosas extraordinarias, en aquello que todavía no sucedió y está por llegar, pues muchas veces eso extraordinario que anhelamos es más fácil de conseguir y de alcanzar cuando se disfruta lo sencillo y lo cotidiano durante el proceso.

Tenemos que aprender a ver a Dios en las grandes obras, pero también en lo simple y cotidiano, en todo aquello que Él pone a nuestro alcance para poder disfrutarlo y valorarlo.

Etimológicamente, la palabra “afán” proviene del término árabe que significa, entre otras cosas, desaparecer, desvanecerse, desgastarse o estar agotado. Trabajar y esforzarnos no es lo mismo que afanarnos. Afanarse es hacer todo eso de una manera que nos termina desgastando y desvaneciéndonos. De la palabra afán viene la palabra afano, porque precisamente el afán y las preocupaciones vienen a diario para robarnos la capacidad de disfrutar y la alegría.

Pero qué bueno saber que para toda dificultad humana el cielo tiene una respuesta divina y en este caso es el don de disfrutar, que viene a darnos sabiduría, inteligencia y alegría a nuestro diario vivir.

“Nada hay mejor para el hombre que comer y beber, y llegar a disfrutar de sus afanes. He visto que también esto proviene de Dios, porque ¿quién puede comer y alegrarse, si no es por Dios? En realidad, Dios da sabiduría, conocimientos y alegría a quien es de su agrado”, ‭‭Eclesiastés‬ ‭2:24-26‬ ‭NVI.‬‬

Este don de Dios es un regalo del cielo y, como leímos recientemente, no hay nada mejor que disfrutar del fruto de nuestro esfuerzo. Y eso no es algo que podamos encontrar en nuestro interior, sino que proviene de nuestro Creador. Dios es la fuente de toda felicidad verdadera.

Poder disfrutar de las cosas que Dios nos da es parte de aprender a gestionar y administrar nuestras vidas de una manera saludable, porque sería una muy mala manera de hacerlo, dejando de lado todo aquello que nos produce disfrute y placer por el afán de vivir cumpliendo, de vivir sobreexigiéndonos, perdiendo el oxígeno por eso, desgastándonos a causa del afán.

No te olvides que en las cosas simples y esenciales de la vida es donde encontramos la verdadera plenitud. Que en este nuevo año Dios te bendiga con el don de disfrutar y celebrar la belleza de la vida.

Contadora Pública Nacional (UNLP). Casada con Ezequiel Rossini y Mamá de Isidro y Francisca. Junto a su esposo forman parte del equipo pastoral de la Iglesia Vida Sobrenatural de la ciudad de La Plata y administra hace más de 10 años la Gerencia Comercial de una empresa de servicios de salud.