Ser fructíferas proviene de permitir que Dios obre en nuestra vida a través de las diferentes temporadas.
Me encanta el otoño y el matiz de sus colores asombrosos. Amo los árboles, observarlos me recuerda que siempre estamos viviendo alguna nueva temporada de nuestra vida, todas estamos siendo principiantes en algo. Seguimos aprendiendo, recomenzando, creciendo. A veces los cambios vienen grandes, otros son pequeños pero necesarios para recibir lo nuevo que la vida trae.
Me pregunto si en medio de todas las preocupaciones e incertidumbre podremos ser como estos árboles que observo este otoño y mantenernos erguidas, serenas y fuertes, con los brazos en alto, apuntando al cielo. Dejando de lado nuestras propias ideas de cómo pensamos que deberían ser las cosas y aprendiendo a confiar en Dios.
Pero, por el contrario, hay días en que estoy lejos de esta paz. Y me encuentro haciendo malabarismos con las preocupaciones en mi cabeza como platos que siguen girando, que confunden mi corazón y abaten mi alma. Si tan solo pudiera deshacerme de ellas de la forma en que los árboles pierden sus hojas. Si tan solo pudiera dejar caer una a una.
No fuimos diseñadas para mantener todo bajo control todo el tiempo. Algo se rompió en nosotras cuando Adán y Eva dejaron el Jardín del Edén.
Pastora Fabiana López
Dejamos de confiar en que Dios era bueno y que éramos la niña de sus ojos. Entonces nos volvimos autosuficientes y desconfiadas. Nos encerramos pensando que no es tan necesario que descanse nuestro corazón dejando ir nuestra necesidad de saberlo todo y encomendando nuestra causa a Dios. Permitiendo que nos lleve a través de su propio y más alto propósito.
Pon tu vida en sus manos
Pon tu vida en sus manos, confía plenamente en Él, y Él actuará en tu favor (Salmo 37:5).
Es tan hermoso verlo allí escrito, sobre todo la segunda parte; la primera es, muchas veces, más difícil llevarla a la práctica. Por eso comencé a hacerme algunas preguntas que confrontan lo que realmente pasa en mi corazón:
- • Si estoy haciendo tanto por los demás, ¿por qué me siento distante de ellos?
- • Si estoy tan ocupada, ¿por qué no soy más productiva?
- • ¿Qué es rendirse a Dios realmente?
- • ¿En qué circunstancias dejo ir y confío? ¿cuándo me aferro más fuerte que nunca a mi propio camino?
Olvidamos que la fecundidad proviene de permitir que Dios obre en nosotras a través de nuestras circunstancias, no de nuestra capacidad para controlar todo y que todo salga como pretendemos.
Como en otoño con los árboles, Dios no nos pide que dejemos ir para vernos sufrir. Dios lo hace para liberarnos de la carga de mantener vivas muchas cosas que realmente ya no forman parte de lo nuevo y asombroso que Él ha preparado para nosotras.
Está en mi naturaleza aferrarme a mis problemas, relaciones e ideales para poder resolverlos por mi cuenta. Pero Dios en su abundante amor me dice: hay finales necesarios, hija amada, yo estoy haciendo algo nuevo.
Fabiana López,
Cuando confiamos en Él con nuestros finales, descubrimos que puede llevarnos más allá de lo que imaginamos. Vemos la belleza de las hojas caer y entendemos que podemos experimentar esta belleza en nuestras almas. Aprendemos a reconocer la voz del amor que nos llama detrás del rompimiento de cosas que soltamos y que caen, pero nos reencontramos con la verdad de que Dios es siempre fiel y puede sostenernos.
Esta es mi mejor versión, la que confía en el amor de Dios que hace todo hermoso en su tiempo. Esa confianza me llena de fuerzas para seguir avanzando con contentamiento en el corazón más allá de las circunstancias.
Que el cambio que llena silenciosamente el aire encienda lo mismo en nuestro corazón. Permitamos que el aire fresco del Espíritu de Dios llene nuestros pulmones mientras respiramos Su gracia y exhalamos, dejando ir lo viejo. Abrazando esta gloriosa verdad:
Tuyos, oh Señor, son la grandeza, el poder, la gloria, la victoria y la majestad. Todo lo que hay en los cielos y en la tierra es tuyo, oh Señor, y este es tu reino. Te adoramos como el que está por sobre todas las cosas. (1 Crónicas 29:11)