Cuando era adolescente, luego de experimentar mi primer campamento, me hice de un amigo que fue muy importante en mis primeros pasos en el servicio. Por todo lo recibido de Dios en ese campamento volví con ganas de realizar lo que fuera con tal de colaborar en la obra.

Mi amigo era el encargado de grabar en casetes las prédicas del pastor que luego se podrían adquirir en la librería de la iglesia. Te preguntarás: “¿Grabar en qué?”. Los casetes eran, en la época de mi adolescencia, donde se grababa la música o el audio (una cinta magnética), anterior al MP3, al DVD y antes que el CD, sí de verdad que pasó el tiempo. Así que mi primer servicio para Dios fue grabar las prédicas del pastor. Bueno, ¡solo era colaborador del encargado!Recuerdo que esa tarea no era muy vistosa entre todas las que podrían realizarse en la iglesia, pero yo me sentía en ¡la gloria! La pasión era desbordante, y mi sonrisa al realizar esa tarea se notaba a kilómetros de distancia.

No hace mucho encontré una caja con varios de esos casetes que fueron parte de mi primer servicio a Dios y pensaba lo siguiente:

en esa época no teníamos casi nada de todo lo que hoy está a nuestro alcance en la obra.

No había recursos, ni tecnología o presupuestos para el ministerio, ni capacitaciones o congresos como podemos aprovechar actualmente. Pero la verdad, yo igual sentía que lo tenía todo. No necesitaba más nada. La pasión con la que abrazábamos el servicio suplía cualquier falta de recursos. Estaba tan lleno del Espíritu Santo y de amor por el servicio que no necesitaba nada más en la vida.

¿Cuáles son los paradigmas que pueden dejarte fuera del servicio a Dios y cómo derribarlos?

Paradigma 1 – No me siento preparado
Ante una nueva experiencia, todos nos sentimos así, que no estamos preparados. En aquel momento era tan fuerte el anhelo de servir a Dios, que me animé a hacerlo y todo lo fui aprendiendo con la práctica. Lo importante es comenzar.

Paradigma 2 – No tengo claro mi llamado
Si te deja más tranquilo, yo tampoco lo tenía claro. Pero era tan fuerte mi amor por el Señor que solo quería hacer algo. Lo más importante a la hora de comenzar a servir a Dios no es el lugar o la tarea que vas a realizar, sino la motivación por la que vas a comenzar a hacerlo. Procura que tu única motivación sea el amor de Dios. Con el tiempo, te aseguro iras descubriendo tu llamado. Hoy comienza a servir en tu iglesia en donde se necesite ayuda.


“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Marcos 12:30).

Paradigma 3 – Estoy pasando momentos de pruebas y procesos en mi vida
Déjame decirte que la ola perfecta no existe, si esperas el momento perfecto, se te pasarán los mejores años de tu vida y todavía estarás esperando. La buena noticia es que el Dios que te amó, te escogió y te conoce quiere usar tu vida hoy. Aun en medio de tu proceso, en medio de pruebas puedes darle lo mejor de tu vida a Él. No dejes de rendirle todo al Señor, encomendarle tu vida y confiar en Él cien por ciento. Él cuidara de ti, nunca lo dudes.

Paradigma 4 – No hay lugar en mi iglesia
No saques conclusiones o suposiciones de manera anticipada. Procura hablar y rodearte de personas que te impulsen a servir y amar a Dios con toda tu vida. Busca oportunidades, muéstrate dispuesto y disponible.
No dejes de enviarle un mensaje a tu pastor/líder y pregúntale: “¿En qué puedo ayudar o ser útil en la iglesia en esta semana?”. ¡Te sorprenderá todo lo que hay para hacer! Y recuerda, todo lo que hagas, siempre hazlo para Dios. Nunca será en vano todo lo que decidas invertir en servir al Señor.


“Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo” (Colosenses 3:23).


Adelante, ¡Dios está contigo! Si quieres me cuentas por DM de Instagram cómo te fue, ¡prometo leer tu mensaje y contestar!

Pastor de Catedral de la Fe Avellaneda y fundador del movimiento solidario Cambia tu Mundo, con el que han recorrido 15 provincias de Argentina junto a miles de voluntarios. Autor de los libros "Llamados a cambiar el mundo", "Los líderes de mis hijos" y su último libro de prenoviazgo, "A fuego Lento".