A pesar de ser uno de los países en donde hay más resistencia, en Japón se está viviendo un crecimiento del cristianismo, debido a los llamados misioneros dekasseguis. Son personas descendientes de japoneses, que viven en otros países (especialmente en Brasil) y emigran a esta nación para trabajar temporalmente.
Adriano Aoki, es pastor brasileño y 3ª generación en el linaje japonés de su familia. Él, junto a su esposa Talita, es uno de los misioneros que emigró a Japón para predicar el evangelio en las tierras áridas del país.
“Cuando tenía 4 años, mis padres recibieron una promesa de Dios sobre Japón, involucrando a toda nuestra familia en el campo misionero”, expresó Adriano al medio Guíame.
Ya se cumplieron 10 años desde que Aoki y su esposa renunciaron a su vida estable y segura en Brasil, para irse y aterrizar en el país de la promesa, cumpliendo así con el llamado que Dios le hizo cuando era sólo un niño.
Actualmente, dirige la Asamblea de Dios Japón, en Tsurugashima, en el centro-este de la isla de Honshu, integrada en su mayoría por descendientes de brasileños e inmigrantes que provienen de Bolivia y Perú. La mayoría de las iglesias evangélicas en Japón, se componen de extranjeros, ya que la evangelización de los japoneses nativos, aún es un gran desafío para los misioneros.
Los Dekasseguis están promoviendo el evangelio y “hay una expansión, las personas se convierten al Señor, pero el porcentaje es todavía muy pequeño. Las mayores conversiones aquí son entre los extranjeros”, dijo.
La población cristiana, representa el 1% en un país de 125.8 millones de habitantes. En ese porcentaje, también se incluyen a cristianos que profesan el catolicismo, por lo cual, varios misioneros sostienen que los japoneses aún son un pueblo no alcanzado.
En el imaginario colectivo, se cree que la vida de un misionero en Japón es más fácil por ser un país desarrollado y del primer mundo, pero esa creencia está muy alejada de la realidad. Adriano contó que hay muchas barreras y dificultades a las que se enfrentan, especialmente la falta de obreros con el llamado y preparados para el trabajo misionero.
El costo de vida es muy alto y por eso muchas congregaciones no pueden sostener a un misionero de tiempo completo, por lo que los pocos misioneros que van a Japón, tienen que trabajar muchas horas extras, para costear sus gastos de vida.
De todos modos, la enorme diferencia cultural y situaciones económicas, no desaniman a los misioneros. Ellos perseveran y con gracia continúan sembrando la Palabra de Dios, en cada lugar que el Señor les permite pisar en Japón.
“Los misioneros de la iglesia brasileña estamos uniendo fuerzas para evangelizar y que Japón conozca al Señor Jesucristo, porque eso es todo lo que necesitan”, expresó entusiasmado el pastor.
En el suelo japonés hay libertad religiosa y de culto, pero predomina la cultura religiosa pagana, especialmente el budismo y el sintoísmo. El último informe religioso anual, de la Oficina de Asuntos Culturales de Japón, dejó saber que hay 84.000 organizaciones sintoístas y 77.000 budistas, representando el 46,9% y 42,6% respectivamente.
Frente a estas estadísticas, el misionero contó que “desde la infancia, los japoneses tienen la costumbre de ir a los templos sintoístas y budistas al menos una vez al año, especialmente el 1º de enero, para pedir un año próspero y mantener la tradición de adorar a los muertos”
De hecho, es común y cultural que en cada casa, tenga altares para los familiares fallecidos en donde les dejan comida y rezan, porque creen que sus seres queridos aún están ahí. Con esta impronta crece cada japonés, por lo tanto la evangelización personal es uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los misioneros.
La cultura es muy reservada y, de hecho, gobierna en cada mente, por lo tanto para llegar a predicar el evangelio individualmente, primero hay que construir una amistad y ganar su confianza. Esta labor lleva meses e incluso años.
El misionero Adriano, contó “hasta el día de hoy cultivó una amistad de cinco años con un nativo japonés, somos amigos, le hablo de Jesús, leo la biblia en japonés, predico, pero aún no ha habido una conversión. No es fácil convertirlo a Cristo, pero Dios está obrando”
Como descendiente de japoneses, Aoki vivió en la tierra del Sol Naciente por trabajo temporal. Actualmente ya no se considera un misionero Dekassegui, porque ha hecho de Japón su hogar y misión definitiva junto a su familia; de hecho establecido en Japón, en 2019 nació Arisa, su hija. “Creemos que Dios va a salvar a esta nación”, concluyó.