Culpa, culpa y más culpa después de hacer eso que te prometiste no volver a hacer y sentir que sos un error. ¿Cuántas veces luchaste con ese sentimiento por caer siempre en lo mismo? Todos pasamos alguna vez por allí y desde mi experiencia personal quiero compartirte la diferencia entre arrepentimiento y culpa.
Recuerdo la película de Spiderman 3, la versión de Tobey Maguire. Sí, no es la gran película, de hecho, la 2 es mejor. Pero en esa película me llama poderosamente la atención Venom, un simbionte que necesitaba tomar el control de alguien para vivir. Esto lo hacía sentir que lo «potenciaba», pero en realidad lo estaba usando.
Lo loco es que un enemigo tan poderoso se rendía o sufría el sonido super agudo y ensordecedor. Cuando recuerdo esto me direcciona ese ruido a la culpa. Ese sentimiento tan contaminante que se nos pega tan seguido que a veces creemos que no nos podemos librar de él. Es como Venom, literalmente, un veneno.
Existe una diferencia entre arrepentimiento y culpa. El arrepentimiento es el darnos cuenta de nuestros errores y buscar un camino de cambio. En contraste, la culpa es sentir un peso por nuestro mal accionar sin poder hacer nada para cambiar, solo destruirnos más.
Esto sucede mucho cuando venimos a Jesús por primera vez. Entendemos que las cosas son hechas nuevas y avanzamos con fe en esa promesa, pero cuando el tiempo pasa y erramos una y otra vez, nos empezamos a llenar de culpa, a sentirnos condenados constantemente.
Lo que se olvida en esa situación es que Jesús ya pagó estos pecados en la cruz. Los pasados, presentes y futuros. Cuando nos arrepentimos genuinamente, aprendemos que no es una invitación a pecar sino a ser libres del pecado.
De hecho, la culpa es tan destructiva que generamos la tendencia a alejarnos de Dios por no sentirnos «puros o santos», olvidando que Él es el que nos santifica. Por eso, el alejarnos nos corrompe, el acercarnos a Él nos da vida.
Además, ese sentimiento nos lleva a la resignación pensando que un cambio es imposible, una esperanza futura es inútil, porque nosotros no cambiamos. Es decir, pone el foco en lo que hacemos y no en lo que el Señor puede hacer en nosotros.
En cambio, el arrepentimiento busca los medios para cambiar ese error en una oportunidad. Busca a Dios porque sabe que Él es el único que puede redimir el alma de su pecado. Tanto el arrepentimiento como la culpa entienden que somos pecadores. Esa es una verdad. Pero también es una verdad que Dios tiene nuevas misericordias para vos cada día, lo entiende el arrepentimiento, no la culpa.
Verdadero arrepentimiento en lugar de culpa
Quiero darte algunos consejos prácticos que están en la Biblia y hablan de cómo abandonar la culpa y optar por un arrepentimiento genuino, es decir, usar esa condición de aceptar tu error y hacer algo para buscar un cambio.
David lo entendió muy bien y lo explica detalladamente en el Salmo 32. Te invito a leerlo, preferentemente en la versión NTV. De este salmo podemos sacar algunos puntos clave:
-Sin culpa podemos vivir en transparencia.
-La confesión es la clave. El arrepentimiento nos impulsa a la acción, a la búsqueda de una solución divina. Busquemos los brazos del Padre, donde encontramos libertad al confesar nuestros pecados.
-Dejar de ocultar la culpa, liberarnos de ella. La culpa es como Venom, insisto. Si no te despojas de ella te consume, te devora por dentro y por fuera. El entender que la culpa solo es una prisión debería ser suficiente motivación para buscar esa libertad en Dios.
-El Creador nos transforma. Al darnos libertad nos regala el calor de su amor y el sensible sonido de su voz diciéndonos: “Te amo”.
No lo olvides, Venom no puede ante los sonidos sensibles y suelta a su presa. Cuando actúes en fe, en abrazar el amor de Papá, te arrepientas y te dejes amar, el veneno de la culpa no tendrá otra opción que soltarte.
Para cerrar, cuando nos liberamos de la culpa accionamos. El arrepentimiento acciona, la culpa retiene. Por eso te invito a buscar al Divino Creador, es Dios quien nos transforma. Jesús te hizo libre de toda culpa. Eres libre.