Es común la asociación simbólica de Jesús como el pan de vida, el alimento que necesitamos diariamente para vivir y llevar a cabo todas nuestras actividades.
Es en el Evangelio de Juan donde se escribieron todas las metáforas que nos permiten entender cómo es Jesús y cómo quiere que seamos los que seguimos sus enseñanzas; también de la Biblia podemos extraer una idea de cómo eran los procesos para la elaboración del pan y la importancia de este alimento.
El trigo ha existido en la vida de la humanidad desde tiempos inmemoriales y, por ende, la técnica milenaria de la elaboración del pan. El trigo fue uno de los primeros productos en cultivarse de manera intensiva. Pero, como todos los procesos y productos que surgieron antes de la Revolución Industrial, no era tal cual como lo conocemos hoy en día.
En los tiempos previos al 1800 no existían los diferentes grados de refinación de la harina de trigo, representados en ceros, así como la compramos hoy en día.
Antes que nada, hay que aclarar que era un proceso engorroso, desde la siembra del trigo, luego la cosecha, separar la paja del trigo, sacar el grano y luego molerlo. Hay que aclarar, además, que las espigas de trigo tampoco eran tal cual las conocemos hoy: no eran largas espigas llenas de granos, sino que eran más pequeñas, con unos cuantos granos, por lo que había que cultivar una gran cantidad de hectáreas de tierra para obtener una producción abundante de harina.
Lo mismo sucedía con otros productos, como el maíz o la lechuga, que eran más pequeños, ¿Cuándo cambió esto? Hace 100 años, cuando se descubrió la forma de sintetizar los fertilizantes y de manipular la genética de los alimentos. ¡Una cosa más para estar agradecido de vivir en estos tiempos!
Como si fuera poco, la Biblia aclara otros aspectos que se debían tener en cuenta, como las enfermedades que afectan a las plantas o la reconocida cizaña del trigo, una maleza muy parecida a éste, por lo que había que esperar hasta la cosecha para poder separarlas.
La molienda del trigo se realizaba de manera artesanal, con pesadas piedras en molinos o, a veces, con fuerza animal. De una forma muy parecida se realizaba el aceite de oliva. En esa molienda no existía la calidad de harina fina, blanca y pura tal cual como la cocinamos hoy en día.
En resumen, el pan blanco, de agradable sabor y blando que hoy compramos en la panadería dista mucho del que comían incluso nuestros abuelos y ni hablar de los antiguos. Es más, durante épocas de sequía o escasez de trigo, se comía pan de otros granos, como el centeno, que producía un pan duro, negro y difícil de digerir.
Volviendo a Jesús
Teniendo en cuenta estas cosas, es necesario enfatizar por qué Jesús eligió darnos esta imagen de Pan de Vida. Primero, por el sacrificio que iba a realizar en la cruz, como explica en Juan 6:51.
Segundo, quería asegurarse de que entendiéramos que era un pan, pero bien hecho, sin defectos, de buena harina, así pretendía que fuera la relación entre Él, la palabra santa y la devoción diaria. Además, muchas veces solo se podía comer un pan al día, debido a que era llenador y podía suplir el no tener carne u otros alimentos. Es decir, que el pan era el alimento base de la población. La misma imagen pretende ser Jesús: nuestro alimento fundamental para sobrevivir día a día.
Tercero, por los recuerdos del maná del pueblo hebreo, mostrando que había una relación entre lo que hizo Abraham y los patriarcas y el Nuevo Pacto que venía a establecer Jesús en la Tierra. Esto hizo enojar a los maestros de la ley, según la escritura:
“Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo”, Juan 6:41.
¿Cuál es la conclusión de esto? Hay que estar llenos de Jesús. Hay que ser la luz del mundo —como dijimos en la nota anterior— y alimentarnos del Pan de Vida.