Hay tantos aspectos maravillosos a considerar en las Escrituras acerca de la Casa de Dios, son múltiples sus expresiones, pero la mayor de ellas es Cristo mismo, en quien habita la plenitud de la deidad (Colosenses 2:9). 

Me acerco a ustedes, queridos lectores, con el debido respeto y consideración que se merecen. Quisiera aportar un aspecto entre muchos acerca del valor de una enseñanza saludable para la edificación y el aumento del cuerpo de Cristo (tal cuerpo, como la casa presente de Dios). Tomaremos como punto de referencia (entre muchos otros pasajes bíblicos) 1 Timoteo 1:3-7; 1 Timoteo 3: 15  para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. La casa de Dios es la Iglesia del Dios viviente, el Cuerpo de Cristo. 

El fin de la edificación del Cuerpo de Cristo y la perfección de los santos es que Cristo Jesús, nuestro Señor, sea visto nítidamente en el mundo por medio de su Iglesia. La edificación del Cuerpo de Cristo tiene que ver con un Cristo aumentado, siendo visible y expresado por medio de la Iglesia.

¿Qué edifica el Padre?

Es mucho más que paredes, columnas, sonido y sillas, más que reuniones en un auditorio, es la vida de la iglesia reunida en Cristo Jesús bajo Su autoridad y Señorío (que puede o no ser un auditorio), donde somos edificados en la comunión del Hijo y su verdad como piedras vivas construyendo una casa espiritual, una casa invisible que debe hacerse visible ante los ojos de toda la creación.

1 Pedro 2:5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.

Edificamos la casa de Dios no desde la ley de la compensación, sino desde el orden divino.

El pensamiento y filosofía de la ley de la compensación maneja un criterio que justifica que, en nombre del éxito de algo, se puede pasar por alto fracasos en otras áreas, esta manera de pensar va compensando con algunos logros ciertos fracasos que se vienen arrastrando, pero de esta manera se adormece la conciencia de no corregir lo que está deficiente. Sin embargo, en Dios la edificación de los santos que es la casa de Dios no funciona así.

Nuestras vidas como moradas de Dios comienzan a edificarse cuando vamos trabajando ordenadamente desde el interior hasta el exterior.

Como lo presenta el apóstol Pablo en 1 Tesalonicenses 5: 23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

En el orden de Dios se edifica su casa iniciando desde el espíritu, el alma, el cuerpo, la familia, economía, congregación, la responsabilidad social o el llamamiento a las naciones. En estos aspectos hablamos del orden divino de la salvación. Una salvación que crece absorbiéndolo todo para llegar a hacer a Cristo visible, como una casa genuina que se edifica a nivel global. 

Muchas veces la construcción de la morada de Dios ha sido detenida y dañada, aun cuando los que trabajaban decían que estaban edificando una casa para Dios, mayormente no era un problema de mala intención sino de ignorancia del diseño para su fiel construcción. Moisés tenía esto muy claro y el autor de la carta a los Hebreos lo resalta nítidamente según Hebreos 3:1-6. La edificación no se debe alterar, ni pasar por alto el orden divino para construir la casa a Dios. Porque esta casa se construye bajo un patrón, un orden divino que es Cristo aumentado de adentro hacia afuera. 

¿Cómo sabemos que somos parte de la edificación de la casa de Dios?

Porque somos edificados desde nuestro interior por la palabra de gracia y verdad que nos es suministrada por el Espíritu Santo conjuntamente con las gracias ministeriales dadas al Cuerpo de Cristo.

En el orden divino el descuido familiar es tan delicado como el sobre énfasis familiar. Descuidar la familia por causa o en nombre de la edificación de la casa de Dios es un problema como también descuidar la casa de Dios por causa de la familia.

¿Cuál sería el orden divino que deberíamos encontrar? Tenemos que comprender que cada uno de los integrantes de la familia debe crecer en el Señor y el Señor en ellos, no es primero el Señor y después la familia, o el ministerio y después la familia, o la familia y después el ministerio; es el Señor en la familia y la familia en el Señor. Todos viviendo a Cristo como su realidad y que Él sea visto en nuestras casas, y mayormente esto no acontece inmediatamente, en algunos casos por diversas razones este crecimiento es más lento y habrá que, con paciencia, esperar a todos creyendo que la Plenitud de su Salvación llegará a todos los miembros del hogar.

Gustavo Lara
Es apóstol, pastor y maestro, reconocido conferencista internacional que ha llevado el mensaje de Dios a distintos ministerios de América Latina, Europa, Asia y África, cuidando y proveyendo guía y dirección a centenares de pastores de dichos continentes.