Es una emoción normal y natural que viene con nosotros. Todos atravesaremos momentos de soledad a lo largo de nuestras vidas y eso está bien.
Disfrutar de estar solos y de estar acompañados forma parte del equilibrio que todos necesitamos para experimentar plenitud. En Génesis 2:18 Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo. Haré una ayuda ideal para él” y creó a Eva, y en ella nuestro Creador estaba sembrando un mundo de personas, no estaba pensando sólo en ellos dos.
Dios nos hizo seres sociales, Él en su diseño original nos soñó relacionándonos y disfrutando de estar con otras personas, pero desde Génesis hasta hoy ocurrieron miles de cosas que buscaron y buscan arruinar el plan. Todos necesitamos sentirnos importantes para alguien y el que dice lo contrario tiene miedo de no lograrlo nunca.
Cada día aumentan los conflictos interpersonales en todos los ámbitos, facultad, trabajo, vecinos, familia y amigos, haciéndose cada vez más difícil entablar amistades, formar parejas sanas y estables y eso nos desanima, nos pone a la defensiva, nos pone negativos creyendo que jamás sucederá.
Tenemos que saber que todos vamos a experimentar sentimientos de soledad en alguna etapa de nuestra vida y es normal, por eso el problema no es la soledad, sino cuando nos aislamos, cuando se nos hace imposible construir un vínculo emocional con los demás. ¿Por qué nos aislamos? Por miedo a sufrir. Me da miedo mostrarme como soy, ser rechazado y salir lastimado, entonces me aíslo.
Y estar aislado no significa precisamente estar solos, de hecho, muchísimas personas están rodeadas de gente, viven con familias grandes, tienen muchos grupos sociales de los que participan y, sin embargo, se sienten solos. ¿Por qué sucede eso? Porque las relaciones humanas profundas sólo se originan cuando hay intimidad, cuando me doy a conocer, cuando me muestro con mis defectos y virtudes al otro.
“Sin darme a conocer, no se puede desarrollar la intimidad, y sin intimidad no hay relaciones profundas”.
Por eso puedo estar rodeado por una multitud, tener muchas fotos abrazado a personas en mis redes sociales, pero sentirme el ser más solo del universo, porque los vínculos que nos brindan plenitud son los que están basados en la confianza y la confianza es una construcción que lleva tiempo.
Paradójicamente estamos en la era de mayor “conexión global” pero nos sentimos más solos que nunca a causa de que esa conexión es débil, es una conexión volátil, rápida, fugaz en la que no hay tiempo ni para escuchar un audio de WhatsApp en velocidad normal. Son muchas las personas que están llenas de esas micro conexiones, pero experimentan vacío y si les preguntás con quien contarían en caso de que les ocurriera algo grave no saben qué responder.
Estamos demasiado apurados para invertir nuestro tiempo en escuchar, conocer, profundizar. Estamos llenos de miedo al rechazo y nuestra tolerancia a la frustración es casi nula, entonces muchos prefieren no arriesgarse a sufrir si algo sale mal y se aíslan. Quieren amigos, pero les da pánico sufrir.
Esa es la soledad que duele, es esa dificultad emocional de conectar con los demás, de relacionarse con el otro y construir un vínculo afectivo. Las personas que se sienten solas no encuentran satisfacción en la relación con los demás y eso es porque al tener miedo, sólo se relacionan en el plano de la superficie, entonces sus relaciones no llegan a nada, dicen “no tengo con quién contar” y eso ocurre porque para poder vincularnos profundo hay que arriesgar construyendo intimidad.
“No es fácil construir intimidad cuando hay ambigüedad, por un lado, necesitamos confiar y compartir con otros y por el otro, tenemos miedo de ser lastimados”.
En algunos casos, hay miedo porque quizás en el pasado hubo confianza y fue destruida, entonces en el presente te cerraste, por dolor. Entonces hoy sos preso de ese temor y en realidad es ese temor el que no te permite construir intimidad con los demás, el que no te permite mostrarte como sos, sin caretas ni vestidos que te oculten.
¿Cómo hago para salir del aislamiento?
Primero entregándole a Cristo en la cruz los miedos a ser lastimado, a ser rechazado, a que se repita la historia, a no gustar, a confiar y que te defrauden y todos los que Él te muestre que están ocultos en tu corazón y también el dolor que esos otros te hayan causado, porque no podemos construir algo nuevo sobre una base débil, en ruinas.
Y en la cruz se va a producir un intercambio maravilloso, vos le vas a dar tus miedos y Jesús te va a dar su valentía, vos le vas a dar las ruinas de la confianza que destruyeron y él te dará una piedra sólida, que es su persona, para que sobre él construyas los nuevos vínculos.
Las relaciones se construyen al pasar tiempo juntos, abriendo el corazón y compartiendo experiencias con los otros, dejando de lado prejuicios, suposiciones y mostrándonos tal cual somos, sin eso la comunicación sana no será posible. Salir del “modo soledad”, del aislamiento, que es la incapacidad de conectar con los demás, es un proceso que no ocurre de la noche a la mañana.
“Crecer lleva tiempo” así como una planta no nace de la semilla ni bien es plantada porque necesita agua, sol y nutrientes, la intimidad con otros irá siendo creada con el paso de las semanas y meses, compartiendo tiempo, momentos y arriesgando a ir más profundo cada vez, dejando los miedos en la cruz para que no interfieran en el crecimiento de esas nuevas relaciones.
Todos deseamos ser amados, tener una red de personas, crear una madriguera a la cual volver siempre y eso es posible, sí es posible. Aunque ahora mismo al terminar de leer esto pienses que es imposible que eso te ocurra porque sos la persona más sola en el mundo, quiero decirte que eso no es verdad. Te sentís solo, sola, pero no lo estás. Jesús es una persona y te habita. Está en vos y con vos y vos estás en él y con él.
“Él no es un saber, es una experiencia y cuando la vivís, entonces la soledad se va”.
Porque ahora él es real en tu vida, más real que el vacío y que las personas que te rodean. Más real que un amigo o una pareja, y lo llena todo. Sí, lo llena todo si se lo permitís. Así que ahora, cuando vayas a buscar nuevas relaciones ya no será desde la cueva de la soledad ni desde el dolor, sino desde la plenitud de saber que el primer y gran amigo, el más grande amor, tu persona en el mundo, ya vive en vos y desde esa plenitud vas a edificar lo mejor, ya no vas a buscar relacionarte por necesidad, sino por deseo de vivir la vida que Él te regaló con otros y eso te permitirá disfrutar sin temor y experimentar su promesa en Mateo 28:20 de que pase lo que pase “Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo”. Jamás estarás solo de Él y sobre esa verdad ahora podés edificar todo lo demás.