Analizamos esta película desde la mirada del Evangelio, haciendo énfasis en que hay silencios que no son refugio.
Rompamos el silencio del miedo
La primera película de Un lugar en silencio se estrenó el 6 de abril de 2018, dirigida por John Krasinski, quien también forma parte del elenco como uno de los actores principales, junto a Emily Blunt, Noah Jupe y Millicent Simmonds.
Esta fascinante película de suspenso trata sobre una invasión de monstruos que atacan todo lo que hace ruido. No se da ningún tipo de explicación sobre cómo llegaron al planeta; toda la trama gira en torno a la familia Abbott, que ha conseguido sobrevivir permaneciendo muy callada, en parte gracias a Regan, la hija mayor, que es sorda y ha enseñado a su familia el lenguaje de señas.
Ellos han construido una fortaleza donde sobrevivir, pero Regan se culpa de una tragedia familiar anterior, y Marcus —su hermano menor— tiene un miedo atroz a salir de aquella fortaleza. Las cosas se complican cuando su madre, embarazada, debe dar a luz en silencio. Su situación se vuelve desesperante cuando el bebé está a punto de nacer y los monstruos rondan su refugio.
En este mundo devastado por criaturas que cazan guiándose únicamente por el sonido, la supervivencia depende de un solo mandamiento: no hagas ruido.
Cuando el silencio protege… pero aprisiona
En la historia, cada sonido equivale a una sentencia de muerte y el silencio es la estrategia más sensata para seguir con vida.

Sin embargo, no es un silencio que traiga paz, como el que encontramos al cerrar los ojos en oración. Es un silencio impuesto por el miedo, un silencio que ahoga.
En la vida real, también nos pasa. Callamos para no meternos en problemas, evitamos decir lo que creemos por miedo a la reacción, guardamos nuestros sueños y dolores porque creemos que expresarlos nos pondría en peligro. Ese silencio no es paz… es supervivencia por temor.
La Biblia describe algo similar:
“Así como los hijos eran de carne y hueso, también él era de carne y hueso, para que por medio de la muerte destruyera al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir, al diablo, y de esa manera librara a todos los que, por temor a la muerte, toda su vida habían estado sometidos a esclavitud.”
(Hebreos 2:14-15 RVC)
Hombres y mujeres esclavizados por el temor de la muerte, miedo que paraliza, que reduce la vida a esquivar peligros en vez de disfrutarla plenamente.
El momento en que alguien se atreve a hablar
En Un lugar en silencio, hay escenas donde el miedo se rompe, momentos en que un personaje decide arriesgarlo todo por amor. Ahí el silencio se quiebra, y aunque el riesgo es enorme, el amor se impone al temor.
Hay un diálogo donde el padre le expresa a su hijo: “Es cierto que el ruido los atrae, pero si hay un ruido mayor, ya no nos pueden localizar.”
Esa frase nos lleva al corazón del Evangelio. Para vencer al poder de la muerte, que era nuestro verdugo, tuvo que suceder una muerte mucho más potente, una muerte que acabará con la misma muerte.
Como escribió Pablo:
“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”
(1 Corintios 15:55)
Jesús no eligió quedarse a salvo en la eternidad, evitando el conflicto. No guardó silencio para esquivar el peligro. Él entró en medio del campo de batalla y entregó su vida por nosotros.
“El buen pastor su vida da por las ovejas.” (Juan 10:11)
Jesús rompió el silencio del cielo para hablar palabras de vida eterna.
Cuando Dios rompe el silencio
Dios no nos invita a vivir escondidos en un silencio lleno de miedo, sino a vivir libres, aunque eso implique riesgos.
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios.” (Isaías 41:10)
En Cristo, el miedo pierde su dominio. Aunque el mundo pueda seguir siendo hostil, sabemos que no estamos llamados a callar lo que da vida, ni a reprimir lo que es bueno, verdadero y eterno.
“El amor perfecto echa fuera el temor.” (1 Juan 4:18)
Más allá del silencio
La película nos recuerda algo que no podemos pasar por alto: el miedo puede ser tan fuerte que hasta el silencio se vuelve prisión. Pero hay una libertad mayor que no depende de cuán callados podamos estar, sino de quién nos acompaña en medio del peligro.
Como los personajes que se atreven a romper el silencio para salvar a los suyos, Cristo rompió el silencio del cielo para salvarnos a nosotros.
Hoy, esa voz sigue diciendo:
No vivas preso del temor. Rompé el silencio. Vive libre en Mí.



