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¿Cómo predicar el evangelio con claridad y sin perder la esencia en el siglo XXI?

Piensa en algún familiar, amigo o compañero de trabajo no cristiano: ¿cómo te ven las personas que están lejos de Cristo y que te gustaría que le conocieran? Esta pregunta vino a mi mente más que nunca a raíz de una experiencia que tuve durante la grabación de un programa cristiano, pero producido a través de un medio completamente secular. No me resistí a subirme a la cabina de sonido para escuchar la percepción de los trabajadores. En un momento de la entrevista, los participantes estaban debatiendo acerca del nuevo nacimiento, y uno de los sonidistas preguntó tras cámaras: “¿Convertirse en qué, exactamente? ¿En extraterrestres?”.

Esta interrogante es más común de lo que pensamos. A veces parece que queremos ser esa luz que no fue diseñada para esconderse debajo de la mesa (Mateo 5:15), pero todo queda en un destello inaccesible o no reconocible para el mundo. Déjame preguntarte: ¿te comprenden las personas cuando les hablas de Jesús? Somos cristianos, no de este mundo, en tanto que hemos sido transformados, pero aún vivimos en esta Tierra, donde la contextualización es necesaria. De la misma forma, la sal a la que hemos sido llamados como iglesia (Mateo 5:13), si está concentrada, no cumple su función. En otras palabras, de nada sirve tener la mejor sal del planeta en la cocina si no se dispersa sobre el alimento.

¿Somos una iglesia-ventana que expone a Cristo? ¿O vivimos encerrados en nuestro propio lenguaje “búnker”? Si no estamos llegando a la gente, es porque algo está fallando; y, desde luego, sabemos que el error no está en el mensaje del Evangelio.

Entiendo que, para muchos, hablar de evangelismo en el siglo XXI es un desafío. Vivimos en un mundo en constante cambio, donde la tecnología, la inmediatez y la exposición pública marcan el ritmo de la vida. En medio de los tiempos que atravesamos, Jesús sigue siendo el mayor ejemplo de evangelista. El Maestro nos muestra constantemente, a través de sus enseñanzas, que el contenido del mensaje no cambia, pero sí es necesario contextualizar la manera de comunicarlo, porque a veces sí parecemos extraterrestres.

Sin embargo, vemos cómo Jesús hablaba en un lenguaje cercano, usando ilustraciones vinculadas a la pesca, la ganadería o la agricultura. Eran realidades que sus oyentes entendían, porque el sentido del evangelismo es llegar al corazón de las personas. De ahí que veamos, por ejemplo, la famosa parábola de la oveja perdida (Lucas 15) o la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13). Jesús se adaptaba a la cultura de su tiempo sin alterar la esencia de su mensaje: el poder de la cruz y la revelación del Padre.

El apóstol Pablo también comprendió esta necesidad de contextualizar. En 1 Corintios 9:20-22 declara: “Me he hecho todo para todos, a fin de salvar a algunos”. Pablo no diluyó el evangelio, sino que lo comunicó de manera que su audiencia pudiera comprenderlo. Esa misma invitación tenemos hoy: mantener el mensaje puro, pero transmitirlo de forma que alcance a esta generación. ¿Lo estás haciendo tú? ¿Es comprensible a oídos del no creyente la luz del evangelio que buscas transmitir?

Te animo a hacer la siguiente oración conmigo:
Señor, ayúdame a comunicar tu Palabra con claridad y amor, conociendo el contexto de las personas sin cambiar la esencia de tu mensaje. Quiero que más corazones puedan conocerte y ser transformados por Ti. Amén.

Marta Durán
Marta Durán
Nació en Cádiz, en un pequeño pueblo del sur de España. Licenciada en Periodismo y Márketing Digital, su gran pasión siempre ha estado entre sus manos desde temprana edad: observar el mundo desde tras la cámara. Ahora, su corazón arde por exaltar a Jesús en sus diferentes formas de expresión de arte y que su nombre sea afamado.

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