Un 19 de marzo de 1979 Carlos Annacondia aceptó, junto a María, su esposa, a Cristo como Señor y Salvador. Oriundo de la ciudad de Quilmes y proveniente de una familia humilde, que obligó al itinerante evangelista a trabajar desde muy pequeño, a la edad de 15 años, y con el paso de los años logró tener su empresa bulonera. También contó que él y su esposa provenían de familias católicas, y pese a que eran creyentes no eran devotos o practicantes acérrimos. Sin embargo, un día todo cambió. Ese encuentro personal con Jesús marcó el camino de una larga trayectoria en el Evangelio, donde miles de personas conocieron el poder del Evangelio por medio de sus predicaciones.
LC: ¿Había alguna vez dimensionado que Dios los usaría para su gloria como lo ha hecho en este tiempo?
CA: Es muy difícil cuando uno recién conoce a Jesús poder medir la magnitud de quién es Dios y todo lo que tiene para uno, porque a pesar de que nosotros éramos, de alguna manera, creyentes, nacimos en familia católica, tanto María como yo contábamos con un poco de conocimiento sobre la religión, pero nunca fuimos practicantes reales. Por el hecho de que nunca sentimos la necesidad de Dios.
LC: ¿Cómo fue su acercamiento a Cristo?
CA: Recuero que con María nos casamos el 20 de marzo de 1970, tuvimos un hijo y teníamos un buen matrimonio, éramos una familia típicamente feliz, por eso nunca me preocupé por buscar de Dios o conocerlo ya que teníamos una buena cultura moral: no engañar a la gente, respetar a los ancianos, ganar el dinero con el trabajo honrado. Hoy creo que de alguna manera esa fue mi cultura previa a conocer a Jesús.
Tal vez a diferencia de muchas familias que pasan realidades complicadas y duras, nosotros cuando llegamos a Jesús teníamos dinero, teníamos un buen pasar. Cuando nos convertimos teníamos cuatro hijos, después vinieron cinco más. Nos iba muy bien en la vida, no teníamos problemas familiares, no había discusiones de ningún tipo, me esforzaba en seguir la cultura italiana que dice que el hombre es la cabeza del hogar, y el Evangelio cuando llegó a nuestra vida no fue para suplir ninguna necesidad material.
«LLEGAMOS AL EVANGELIO NO POR UNA NECESIDAD MATERIAL O FISICA, SINO POR UN VACÍO que solo el podía llenar»
Carlos Annacondia, evangelista y predicador internacional.
LC: ¿Entonces estaban bien y tuvieron un encuentro con el Señor?
CA: Bien sin Dios no se puede estar, es decir, es cierto que no tenía problemas matrimoniales, ni económicos o alguna enfermedad que nos acechara, pero en mi persona había muchos temores; miedo a vivir, miedo a la muerte, temor a perder los hijos o a perder la empresa que tanto había costado construir, sobre todo tenía temor al futuro, a lo que va a pasar.
Resulta que mi padre tenía problemas de depresión y comenzó a ir a una iglesia de los hermanos libres, y realmente mejoró, estaba más tranquilo, ya no tenía angustias y después comenzó a ir a una iglesia en Hudson, pero yo los apoyaba de lejos, no quería involucrarme en nada, solo los motivaba porque les había hecho bien. Un día mi padre me contó de un hombre que vino de Panamá, y que cuando oraba la gente caía al suelo hablando lenguas angelicales, y que ocurrían un montón de milagros.
De pronto un día me invitan para asistir a la reunión en la que predicaba este hombre y como me había interesado por lo que me había contado mi padre, decidí ir con mi abuelita y mi esposa. La campaña era en un estadio en San Justo, me acuerdo que el audio era muy malo en ese tiempo, se escuchaban los rebotes y no lograba oír lo que decía el predicador, pero de pronto, en medio de la reunión empiezo a sentir algo mientras el predicador hablaba, en ese momento no sabía qué me estaba pasando, hoy entiendo que era Dios viniendo sobre mi vida.
«NUNCA IMAGINÉ QUE DIOS TENÍA UN PLAN CONMIGO PARA SU GLORIA»
Carlos Annacondia, evangelista y predicador internacional.
En ese momento escucho una voz en mi interior que me dice: «temor a la vida, temor a la muerte, temor a perder tus hijos, temor a perder tus bienes… temor, temor, temor», y esa misma voz me dice “entrégame tu corazón y yo guardaré tu vida, yo guardaré tu futuro, yo guardaré tu casa. No temas”.
LC: ¿En esa reunión recibiste a Jesús como tu Salvador?
CA: Yo estaba parado y cuando el predicador dice “¿Cuántos quieren recibir a Jesús?” yo me agaché y estaba llorando, de hecho, porque prácticamente había tenido un encuentro directo con Jesús.
«le dije a dios, si no me bautizas con tu espiritu santo me muero»
Carlos Annacondia, evangelista y predicador internacional.
Lo que dijo el predicador no lo escuché muy bien porque el audio era muy malo, pero cuando me agaché le dije a mi esposa “María ¿querés recibir a Jesús conmigo?”; cuando ella levanta los ojos, veo que también estaba llorando, es decir, que Dios nos habló a los dos juntos. Nos pusimos de pie con mi abuela y los tres recibimos a Jesús ese día.
Luego, cuando volvimos a casa, no sé si fue esa noche o la noche siguiente, me saqué de encima todo lo que podía ofender a Dios: alcohol, cigarrillos. Nadie vino a decirme “mira, a partir de ahora no puedes hacer eso o lo otro», pero creo que el Espíritu Santo me hizo entender todo.
LC: Carlos, sabemos que es importante tener la llenura del Espíritu Santo, para llevar una vida cristiana normal y para ejercer el ministerio ¿cómo fue que recibiste el bautismo del Espíritu de Dios?
Días después comenzamos a ir donde predicaba el evangelista, Emanuel A. Ruiz, que en ese momento era embajador de Panamá en Bolivia y en sus vacaciones venía a Argentina, las cuales las dedicaba a evangelizar porque era pastor. Un día nos reunimos, éramos siete u ocho recién convertidos, y empezamos a orar por el Espíritu Santo, de pronto empiezan uno tras otro a caer y a hablar en lenguas, el Espíritu Santo había descendido sobre ese lugar, pero a mí no me pasaba nada.
Entonces un pastor se acercó y me dijo “Carlos, tenés que recibir al Espíritu Santo”, y yo le pregunté “¿qué es eso?” y él me dijo, “por medio de Él vas a poder hablar y comunicarte con Dios directamente”. A lo que respondí “Ah entonces yo lo quiero”, pero ese día todos estaban recibiendo al Espíritu Santo, menos yo. A último momento le dije “Dios, si no me bautizas, me muero”.
LC: ¿Entonces ese día no pasó nada?
CA: De repente, pareciera de película, pero fue real, cayó algo sobre mí que me sacudió y caí al suelo, de un momento a otro empecé a hablar en lenguas durante horas, y yo mientras hablaba esas nuevas lenguas indescriptibles, tenía una visión en que veía un estadio repleto de gente y yo le hablaba a ese estadio.
Ya después me levantaron y nos fuimos cada quien a su casa y yo quería hablar en castellano, pero no podía parar de hablar en las lenguas del Espíritu. Recordé lo que me había dicho el pastor sobre el Espíritu Santo e inmediatamente fui a leer a la Biblia de qué se trataba esto y pude entender por su Gracia que la vida de su Espíritu es lo que El Padre le manda a su iglesia para purificar su vida y darle la fortaleza contra el pecado, por eso, cuando uno está lleno de Él, uno quiere orar, quiere hacer el bien, quiere hablarle a la gente de Jesús, quiere predicarle hasta a las plantas. Eso fue lo que ocurrió después de haberme convertido, esa fue una noche muy especial y de esa manera comenzó nuestra vida cristiana.
¿Cuál fue el primer milagro con el que el Señor te usó?
CA: En ese momento me congregaba en una iglesia muy pequeña y estábamos viviendo un momento muy especial, un avivamiento, con decirte que el Espíritu Santo comenzó a obrar de manera muy fuerte. En la congregación había un pasillo muy largo, y en ese entonces había un hombre que cuidaba la iglesia y era un hombre que no tenía dónde vivir, además no podía caminar a causa del asma, respiraba muy mal. Ese día, había una gracia especial en la reunión y fui a abrazarlo, pero no para orar por sanidad, sino por cariño fraternal y cuando lo solté respiraba bien. El sereno empezó a dar saltos de emoción y gritaba “estoy sano, estoy sano”. Nunca más tuvo problemas. Ese fue el primer milagro que presencié de parte de Dios, de los muchos que vinieron después, pero eso lo dejamos para la próxima, que será la semana que viene.