Hoy hay más mujeres que eligen, o les toca, ser madres después de los cuarenta. Las razones son tan diferentes como la historia de cada mujer. Yo acá te cuento la mía y te comparto algunas experiencias de la maternidad a esta edad.
El último enero, como mi obstetra estaba de vacaciones, me dieron turno para mi primer control con un médico del equipo del centro donde siempre me atendí. Cuando llego, mira mi historia clínica y me pregunta: ¿es tu segundo embarazo? Y le respondo: me parece que no tiene mi historia completa, siga mirando un poco más arriba: ¡es mi quinto! Me miró entre sorprendido y divertido, y acotó: ¡pero sos re joven! Obvio que me sentí súper bien, pero yo sabía que había tenido a mi primera hija a los 27, y que esta gestación la iba a transitar con 41… aunque yo me sintiera de 25, mi cuerpo sabía que yo era la “señora de las cuatro décadas” (¡gracias, Arjona!).
Quisiera compartir algunas experiencias vividas a lo largo de estos cinco embarazos, que espero puedan serte útiles para vivenciar este maravilloso tiempo de “modalidad dos en uno”, ya sea tu primero, o tu … bueno… el número que sea.
Cada embarazo es único y diferente
Muchas amigas, hermanas y mujeres bienintencionadas van a compartir con vos cómo les fue a ellas y van a darte consejos, aunque nadie se los pida (todas somos culpables de esto último). Empatizar y compartir está bueno, pero lo que les haya pasado a ellas, o no, no tiene por qué ser algo que te suceda a vos también.
Tu historia es única, y hay que aprender a disfrutar de la propia experiencia, capitalizar lo que les pasó a otras, sin dejar que eso te condicione o te genere miedos o ansiedades extras. Hay momentos en los que amablemente vas a tener que sonreír ante un comentario y desechar alguna idea que te genere temor en tu mente. Siempre que tengas dudas, tu doctor/a siempre será la mejor respuesta objetiva ante cualquier interrogante.
¿Cómo hago si ya tengo otros hijos?
Quizás te pasó con un segundo embarazo que te preocupaste por cómo te ibas a poder dividir con más de un hijo. Te entiendo: imaginate que mis dos primeras hijas se llevan un año y medio entre ellas. Mirando para atrás fue una etapa muy, muy, muy intensa, pero hoy que ya son preadolescentes, puedo ver que todo fue ganancia.
Aprendí que el amor que tenemos por un hijo no se divide con los que vienen después, sino que Dios nos da la capacidad de multiplicar nuestro amor y compromiso. Él es la fuente de amor inagotable y como sus hijas, siempre que necesitamos más sólo tenemos que ir a la Fuente. Además, quiero decirte que, saltando estereotipos, estamos diseñadas para conocer y amar a nuestros hijos de manera única y genuina, sin importar la cantidad.
El rol del padre
Recuerdo perfectamente el primer test de embazo que me hice como si fuera ayer. A nosotras ya nos cambia la cabeza en ese momento, a ellos quizás les tome un poco más de tiempo, pero no por eso están a un costado o al margen de este nuevo hijo que se agrega a la familia.
“Hacerlos parte desde el día uno puede ser un desafío para muchos, y otros se suman a esta novedad como algo de lo más natural”.
Paula Sennewald, coordinadora general de Abrazo del Cielo
Sea cual fuere el caso, aunque a nosotras nos toque la panza, a ellos les toca el corazón y es todo esto una tarea compartida. Es el comienzo de una nueva aventura, donde ambos somos protagonistas irreemplazables de la vida del bebé que llegará en breve.
Ir a los controles juntos, soñar con el cuarto, decidir el nombre, son todas cosas que se pueden hacer de a dos, y es súper importante no adueñarse de este tiempo.
«Si bien ‘madre hay una sola’, el rol del padre tiene que ser igual de importante y valioso».
Paula Sennewald, coordinadora general de Abrazo del Cielo
Después de cuatro hermosos embarazos, oro para que Dios me siga dando la capacidad de no acostumbrarme a lo que está pasando adentro de mí. No me es desconocido este proceso, pero aun así no quiero dejar de asombrarme del milagro del cual soy parte. Aunque hoy no la vea con mis ojos, mi hija ya está acá y, en un par de meses, nos veremos cara a cara. Ese momento lo cambia todo.
¿Te das cuenta el privilegio que tenemos como mujeres de dar, gestar, cuidar y cobijar la vida dentro nuestro? Sé que por momentos puede ser incómodo y hasta incierto pero una vez que la maternidad nos atraviesa, nos cambia por completo y para siempre.