Como un eco en una montaña: lo que ocurre con tu vida es un reflejo de tus acciones.
“Un niño y su padre caminaban entre las montañas. De repente, el hijo tropezó y cayó al suelo gritando: ¡Aaahhh! Para su sorpresa, oyó una voz a lo lejos que gritaba como él. Con curiosidad el niño preguntó: ¿Quién está ahí? A lo que le respondieron: ¿Quién está ahííí? Molesto con la respuesta, el niño gritó: ¡Cobarde! Pero le respondieron de la misma manera: ¡Cobardeee…! El niño desconcertado le preguntó a su padre: ¿Qué sucede papá?
El padre, sonriendo, le dijo: Hijo mío, presta atención. Se levantó y, dirigiéndose a la montaña, gritó: ¡Te admiro! La voz respondió: ¡Te admirooo…! Volvió a gritar: ¡Eres un campeón! Y la voz le respondió: ¡Eres un campeónnn…! El niño estaba asombrado y no entendía. ¡Se llama eco! Le explicó el padre, aunque en realidad es la vida”.
«Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones y de nuestras palabras. El poder está, muchas veces, en nuestras declaraciones de fe».
Hay un personaje en la Biblia llamado Jabes, cuyo nombre significa angustia, dolor. Jabes era una persona que no tenía ningún familiar influyente, famoso o de poder. Fue, de alguna manera, condenado a representar el dolor. Además, es probable que haya sido un descendiente de los ceneos e incorporado a la tribu de Judá, por lo tanto, no pertenecía al pueblo de Dios. Podríamos entonces deducir que no tenía incorporado un sentido de pertenencia en su comunidad.
Todas en algún momento nos sentimos así, “como sapo de otro pozo”. Esta expresión popular recobra significado si podemos meternos en esa piel ajena y en esa oscuridad que esconden los pozos. Para Jabes el eco de su nombre le decía: naciste para el dolor, dolor, dolor…Tu destino es sufrir, sufrir, sufrir…Vivirás en angustia, angustia, angustia.
El parecido entre “angustia” y “angosto” no es casual, comparten su origen, al igual que con la palabra “estrés”: todas ellas derivadas de latín angustus, que significa “estrecho”.
«¿Alguna vez caminaron por un desfiladero angosto, por una cornisa? Uno lo hace sabiendo, consciente o inconscientemente, que se puede llegar al destino con éxito, o bien, desbarrancar».
En estos días, angustia es la palabra más resonante. El mundo entero está angustiado, y quizá, por primera vez, sea unánime como resultado de la globalización.
Es esperable sentirse angustiada en este contexto de imprevisibilidad. Es más, podríamos decir que también la angustia se está volviendo una pandemia.
Mirada estrecha
Hoy es difícil mirar con amplitud. La estrechez, la angustia, puede ser poca, mediana o mucha. Esto también va a depender de nuestro entorno cercano, de lo que hagamos o dejemos de hacer, de nuestra historia personal y, algo muy importante, de nuestras conversaciones internas: lo que nos decimos sobre la situación.
Angustia, ansiedad, incertidumbre por lo que fue y será la vida antes y después. A mucha gente se le ha desdibujado el horizonte, el futuro, hacia dónde iba y proyectaba su destino. Algunos lo viven como un tiempo de suspensión. Aparecen nuevos miedos y el hogar puede ser un refugio, pero el afuera es amenazante. Nos genera desorganización.
Faltan horas, justo ahora, estando tanto tiempo en casa. Puede traer retrocesos en aspectos emocionales que antes estaban resueltos. Y también culpa, por no sentirte eficiente en el trabajo, por los estallidos emocionales con los hijos, por tener la casa desordenada y la ropa sin lavar.
¿Recuerdan a Jabes? Él se dijo: Yo voy a determinarme a escuchar otro eco y no el que me impusieron. Te invito a que leamos juntas.
“Jabes tenía más prestigio que cualquiera de sus hermanos. Su madre lo llamó Jabes, (angustia) debido al gran dolor que tuvo al darlo a luz. Fue el mismo que oró al Dios de Israel, diciendo: ¡Te ruego me bendigas más todavía, que ensanches mi frontera, y que estés conmigo para librarme de mal y que nadie me dañe! Y Dios le concedió su ruego”, (1 Crónicas 4: 9-10 NVB)
Quiero resaltar brevemente cuatro puntos de esa oración que podemos elevar juntas a Dios:
- 1- Dame tu bendición: explorá tus emociones, dejá atrás el dolor y esperá cosas buenas para tu vida, mujer.
- 2- Ensancha mi frontera: Todas tenemos fronteras, más cercanas o lejanas, y todas necesitamos romperlas, porque Dios, cuando viene, es un Dios que te ensancha, que te quiebra, que te lleva a hacer cosas que nunca hiciste y a hablar palabras que nunca declaraste.
- 3- Líbrame del mal. Aprender a ser pacientes con nosotras mismas y saber que Dios tiene el control cuando nos rendimos a Él.
- 4. Nadie me dañe. Le decimos a Dios, quiero que me entrenes para vencer al mal, estoy segura con tu protección en todo tiempo.
No importa el nombre que te pusieron, ni el ambiente en que naciste, Dios no mira tu pasado para determinar tu futuro. Declará en tu presente esta oración: “Señor, dame tu bendición, decido obedecer tu guía».
Cerrá tus ojos, pensá en personas, buenas o no, aquellas que quisieron determinar tu futuro, rótulos que te pusieron, maldiciones que te declararon, nombres que literalmente te acuñaron, y dejalo ir. Ahora, te cuento, que está en tu poder la capacidad de determinar tu futuro, más allá de un virus, de una pandemia, de una crisis económica, Jesús venció al mundo y en nosotros corren ríos de agua viva. Abundancia de fortaleza y bendición. Declaralo para tu vida. Conversalo con vos misma.