En estos días hemos sido sorprendidos por una disparatada noticia que se viralizó junto a ocurrentes y graciosos memes: piden eliminar el beso del príncipe a Blancanieves por no ser consensuado.
Recientemente se ha estrenado una atracción en el parque de diversiones de Disney de California, en los Estados Unidos, basada en la película. En el final del trayecto de dicha atracción se muestra la famosa escena en la que el príncipe amado besa a Blancanieves estando dormida.
Al parecer, algunas personas mostraron su disconformidad de que tal atracción muestre un beso “no consensuado” ya que las normas sociales de este tiempo han desarrollado una sensibilidad hacia temas como el acoso sexual y el consentimiento que no existía en la década del 30 del siglo pasado, cuando se estrenó la película.
Disney se viene preocupando sobre estos temas, agregando en las películas viejas un cartel que aclara que el film está representado como fue creado originalmente y que puede contener representaciones culturales anticuadas. La empresa busca rectificar su pasado, corregir su legado conservador y ser más progresista con las nuevas versiones de sus películas.
Un detalle no menor es que el objetivo del beso del príncipe es salvar la vida de la princesa y despertarla del hechizo de sueño que le había propiciado la bruja. Habría que preguntarle al colectivo del feminismo acusador si en caso de un infarto en la calle se negarían a recibir RCP (Resucitación Cardio Pulmonar) por no haber consentido previamente.
En este mismo sentido, el colectivo feminista critica el beso no consentido del príncipe, pero nada dice de que fue otra mujer, y no un hombre, la que la envenenó por ser más joven y hermosa y le produjo ese estado de indefensión e inconciencia.
Cancelar tiene que ver, entre otras cosas, con impedir la expresión de un concepto por incompatibilidad ideológica. La “cancel culture”, como se la comenzó a llamar en los EEUU, no es más que un nombre moderno para denominar a lo que históricamente hemos conocido como “censura”, una forma de boicotear a una persona o una idea que se considera inadmisible para cierto sector.
La gran pregunta que uno se hace es quién o quiénes están detrás de la cancelación, si hay detrás una expresión popular real o si ese acto de censura responde simplemente a un monopolio de los propietarios de la comunicación.
Pastor Gabriel Ballerini
Es entendible y socialmente aceptable, por ejemplo, la desaprobación abierta y manifiesta a un contenido pedófilo donde una mayoría bienpensante puede manifestar su rechazo y, en consecuencia, su cancelación hacia ese contenido de violencia y abuso infantil.
Pero la cultura de la cancelación no tiene que ver con la decisión de las mayorías sino, más bien, con la decisión de aquellos que controlan los medios de comunicación. Y el poder mediático lo tienen las minorías; son muy pocos los que manejan los medios de comunicación.
La cultura de la cancelación tiene que ver más bien con el lobby de un grupo minoritario pero con llegada al poder mediático que impone la cancelación de lo que es aceptado por la mayoría.
El revisionismo histórico del feminismo radical, que presume la apropiación cultural de lo moral, recurre a la cancelación y a la censura para impedir que los valores de la tradición judeocristiana continúen existiendo porque, como paradigma progresista, es antagónico al conservadurismo occidental.
En este sentido, hoy estamos frente a una “generación de cristal”, gente sin tolerancia al pensamiento del otro, gente a quien hay que hablarles con mucho cuidado y con los eufemismos que ellos mismos imponen porque no toleran la verdad ni la realidad natural. Se ofenden con la verdad.
“Decir la verdad en estos tiempos es un crimen de odio y postearla en redes infringirá las Normas Comunitarias”.
Pastor Gabriel Ballerini
Si hoy alguien decide hacer un posteo en una red social promoviendo un derecho humano, como, por ejemplo, el derecho a la vida desde la concepción; o un valor bíblico o algo tan sencillo como que “un hombre nunca podrá quedar embarazado porque no tiene capacidad para gestar”, una idea sencilla y biológicamente correcta pero opuesta al progresocialismo que retiene la hegemonía cultural en los medios, será “cancelada” y obviamente caratulada de intolerante y de incitación a la violencia.
Los que venimos desarrollando este ministerio apologético y liderando la batalla cultural de estos tiempos, hemos sido alcanzados por las artimañas y los dardos de la “cultura de la cancelación” siendo acusados como “odiadores seriales”, “antiderechos”, “cavernícolas” e incluso hasta en la jerga evangélica como “cristianos sin amor”.
“Cuanto más visible sea el liderazgo y la influencia social que ejerzamos, mayor probabilidad de convertirnos en un objetivo de ‘cancelación’”.
Pastor Gabriel Ballerini
¿El delito de odio? Simplemente afirmar, por ejemplo, “solo existen dos sexos, Dios creó hombre y mujer”. Una afirmación tal puede ser considerada hoy en día como ofensiva y homofóbica para quienes rechazan la realidad natural y adhieren a la ideología de género.
Una respuesta cristiana
¿Cómo debemos responder los cristianos a este fenómeno de la “cultura de la cancelación”? Cuando pienso en esto, no puedo dejar de recordar el espíritu y el fuego apasionado que tuvieron los primeros cristianos para promover su mensaje y defender la verdad de Dios.
En el capítulo 4 del libro de los Hechos leemos cómo después de Pentecostés los apóstoles salieron por las calles de la ciudad predicando el evangelio. Como respuesta a este mensaje, los fariseos, líderes religiosos que tenían la hegemonía cultural y el monopolio hermenéutico, “les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús” (vs. 18). Es decir, trataron de silenciarlos, “cancelarlos” y hasta el punto de asesinarlos para poder callarlos y que esa verdad no se propagase.
Si analizamos bien la historia de la iglesia primitiva podemos observar que la persecución a los cristianos, a los que conservaban los valores de la tradición bíblica, ese ataque contra la libertad de expresión y contra la libertad religiosa, lejos de silenciar al cristianismo, lo ha motivado para que prospere, se expanda y se multiplique exponencialmente por toda la tierra.
Hoy es imperioso hacer entrar en diálogo a la Biblia con la cultura. Quienes rechazan la verdad son quienes más la necesitan. Necesitamos como cristianos influenciar e impactar con los valores del evangelio en la cultura de este siglo. Es urgente que hablemos la verdad, “en amor” por supuesto (Efesios 4.15), pero debemos declarar siempre la verdad, aun a costas del riesgo de ser “cancelado”.
El apóstol Pablo animó a Timoteo a “pelear la buena batalla de la fe” (1ª Timoteo 6.12), le animó a “militar la buena milicia” (1ª Timoteo 1.18). También nos recordó que esa batalla no es contra las personas (Efesios 6.12) sino contra autoridades del mundo invisible y fuerzas poderosas de este mundo.
Estoy convencido de que si Pablo estuviera vivo hoy, estaría usando las redes sociales para difundir las buenas nuevas del amor de Dios y la verdad de su palabra. Con ese temperamento apasionado y aguerrido, enfrentaría críticas, confrontaría abiertamente cara a cara a quien sea (Gálatas 2.11) con tal de seguir predicando a tiempo y fuera de tiempo. Pablo sabía que iba a llegar el tiempo en que la gente rechazaría la verdad e iría tras los mitos (2ª Timoteo 4.4), aun así, se mantuvo firme y perseverante sabiendo que en medio de cada episodio de cancelación “el Señor estuvo a su lado renovando sus fuerzas” (2ª Timoteo 4.17).
El cambio de paradigma cultural está en pleno desarrollo en este tiempo. Seamos la sal y la luz que este mundo necesita.