La Iglesia no necesita nuevos líderes para el ministerio, ¡ese es un gran error! Si hay algo que no le hace falta a la Iglesia son jóvenes que sepan hablar en público, o cómo preparar un buen sermón, o cómo organizar un equipo y sacar lo mejor de cada persona para ponerla a trabajar en ello.
La Iglesia está llena de jóvenes que hacen esto, que se visten bien y aprenden las palabras correctas para hablar, las formas adecuadas para decir las cosas y cómo encontrar un fundamento bíblico para cada situación. Si hay algo que no necesita la Iglesia es levantar este tipo de liderazgo.
X: -¿Te volviste loco?
Y: -Depende de para quién.
X: -Históricamente fue lo que hicimos en todas las iglesias.
Y: -No, en todas no. En muchas, sí.
X: -Explicate.
Y: -Con gusto.
La Iglesia es el cuerpo de Cristo, y estamos acostumbrados a admirar a los grandes predicadores y predicadoras que les hablan a grandes multitudes. Tienen muchas características de lo que el mundo denomina como éxito.
Entonces, ¿qué mejor que ser un predicador o un gran pastor? Aparte de hacer supuestamente lo que Dios está esperando de nosotros, encima tenemos la admiración de las personas. Este modelo guió y sigue guiando, en muchos casos, nuestro liderazgo y nuestra manera de preparar líderes. Pero estamos olvidando algo importante:
Cristo nos llamó a hacer seguidores de Cristo
Un seguidor de Cristo es alguien que está enamorado de Cristo. Un seguidor no es alguien que se esfuerza por hacer la voluntad de Dios.
Esa es una persona que está despreciando la gracia y que está intentando, por medio de acciones, ganarse el favor de Dios (favor que en realidad ya tiene, por gracia).
¡Un seguidor de Cristo está tan agradecido por el regalo del perdón que quiere honrar a la persona a la que le debe la vida! Un seguidor no es aquel que aprendió a hablar “como se debe hablar”. Un seguidor de Cristo es aquel que está tan maravillado de conocer a Jesús, que no puede dejar de hablar de él.
No es un seguidor de Cristo aquel que habla con culpa, porque “debe hablar de Jesús a los demás”. ¡Un seguidor de Cristo habla porque no puede evitar hacerlo!
Diego Cirigliano, pastor de jóvenes
Vamos a imaginar algo… Si por gracia de Dios, alguno de nosotros tiene la visión que tuvo Juan, de ver con sus ojos lo que Dios va a hacer, ¿cómo hablaríamos de esa experiencia? ¿Con una voz calma y tranquila, analizando mentalmente el porqué de la experiencia y contando con palabras lindas lo que le sucedió?
¡Más bien yo creo que hablaríamos con tanta verborragia que se pelearían las palabras en nuestra boca para ver cuál sale primero! Y lo haríamos con tanta intensidad y cara de asombro que creo no nos podríamos sacar por largo tiempo esa expresión de nuestro rostro.
De la misma manera, alguien que vio a Jesús en su vida es alguien que vio su belleza, su grandeza, su inmensidad. ¿Se puede ver a Jesús sin ver su belleza? ¿Se puede ver a Jesús sin ver su grandeza? Tal vez me equivoque, pero lo creo difícil. Si no vimos la belleza de Jesús, entonces probablemente aún no lo vimos a él. ¡Si no vimos su inmensidad, probablemente aún no lo hemos visto!
¿Qué necesita la Iglesia?
Por este motivo creo que lo que necesitamos no son líderes, lo que necesitamos como Iglesia son personas enamoradas de su Salvador, ¡personas que no puedan dejar de compartirlo, de amarlo y de invocarlo!
Hasta hace muy poquito pensaba que Jesús eligió a los apóstoles para enseñarles cómo liderar y cómo llevar adelante la Iglesia. Ahora estoy convencido de que Jesús los eligió para que, al caminar a su lado, ¡se enamoren de Él! ¡Que lo puedan ver, admirar, disfrutar y adorar!
Porque si ellos tenían esa experiencia mientras compartían tiempo con él, entonces no tendría que pedirles nunca más que “se esfuercen” por llevar el Evangelio. Y hasta estarían dispuestos a dar su vida por eso.
“De los grandes líderes se acuerdan todos, pero la Iglesia necesita de los seguidores de Cristo, aquellos que están tan enamorados de su Salvador que no destacan sus propias virtudes sino las de aquel que los amó primero”
Diego Cirigliano
Aquellos que entienden que son lo que son y tienen lo que tienen absolutamente por gracia, y sin nada de mérito propio. Si “lográramos” llenar las iglesias de enamorados y enamoradas de Cristo, ¿cuánto tardaríamos en llegar a cada rincón de la Tierra?
“…Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.” Lc. 9.23