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El Evangelismo inquebrantable y creativo de William Ward Simpson

William Ward Simpson nació en Brooklyn, Nueva York, el 1 de agosto de 1872, de padres ingleses, fue una figura clave en la historia del adventismo en los Estados Unidos, destacándose por su fervor evangelístico y su enfoque creativo para la difusión del mensaje.

Su padre, William Ward Simpson Sr., descendía de una familia de caballeros ricos, pero un error en la inscripción del apellido impidió que heredara una fortuna en Inglaterra. Esta situación, junto con un entorno familiar difícil, marcó profundamente la infancia de William Jr. 

La niñez de William estuvo caracterizada por el rigor y la disciplina impuesta por su padre, un hombre severo que nunca mostró afecto hacia su hijo. La madre de William, Anne Turner, aunque piadosa, no tuvo una influencia espiritual significativa en los primeros años de vida de su hijo. 

La familia vivió en Inglaterra hasta que William cumplió doce años, momento en el cual decidieron emigrar a los Estados Unidos. Sin embargo, durante la travesía, su padre contrajo neumonía y falleció, siendo sepultado en el mar. Este evento, aunque trágico, marcó un punto de inflexión en la vida de William.

Ya en Estados Unidos, William y su madre se establecieron en Battle Creek, Michigan, un centro neurálgico del movimiento adventista del séptimo día. Aquí, William comenzó a trabajar en el Sanatorio de Battle Creek, bajo la dirección del Dr. John Harvey Kellogg, una experiencia que no solo mejoró su salud, sino que también lo introdujo en la atmósfera espiritual.

Fue durante este tiempo que William empezó a leer las amonestaciones de Ellen G. White, una de las fundadoras del adventismo, sobre la necesidad de un ambiente cristiano en los lugares de trabajo, lo que influiría en sus decisiones futuras.

El momento decisivo en la vida espiritual de William ocurrió cuando, a los 18 años, por curiosidad, asistió a una serie de conferencias sobre las profecías de Daniel y el Apocalipsis. Para su sorpresa, quedó profundamente impactado por los mensajes, lo que lo llevó a asistir a todas las conferencias y eventualmente a aceptar la fe. Su conversión fue tan profunda que decidió dedicar su vida a la predicación del evangelio.

Tras dejar su trabajo como impresor, Simpson se dedicó al colportaje, un trabajo que consistía en vender literatura religiosa de puerta en puerta. A través de este trabajo, no solo se ganó la vida, sino que también desarrolló una habilidad excepcional para conectar con las personas y compartir su fe. 

Simpson utilizó su formación en imprenta y sus habilidades creativas para diseñar folletos, carteles y dispositivos tridimensionales que hacían su mensaje más impactante. Su éxito en la venta de literatura religiosa llamó la atención de los líderes de la iglesia, quienes lo invitaron a unirse al ministerio. Aunque sorprendido, aceptó la invitación y comenzó a predicar con fervor.

Una de las características más destacadas de William Simpson fue su tacto y habilidad para manejar situaciones delicadas. Una anécdota que ilustra este don relata cómo un empresario espiritista, impresionado por la capacidad de Simpson para atraer grandes audiencias, le pidió ayuda para promover su negocio de espiritismo. En lugar de confrontarlo directamente, Simpson lo invitó a asistir a sus conferencias para conocer su estilo y, eventualmente, el empresario se convirtió y bautizó.

En 1897, él y otro pastor comenzaron una iglesia en una reserva cerca de Brantford, Ontario, la primera iglesia nativa americana en Norteamérica.

En su vida personal, William también enfrentó desafíos. Se enamoró de Nellie Ballenger, hija del pastor John Fox Ballenger, un pionero del adventismo conocido por su enfoque creativo en la predicación. 

Aunque su relación con Nellie no fue inmediata, su mutuo amor por Dios y la obra misionera los unió, y eventualmente se casaron. Nellie, quien era una talentosa música, acompañó a William en muchas de sus campañas evangelísticas, contribuyendo al éxito de su ministerio con su habilidad musical.

Al mudarse a California en 1902, desarrolló sus estrategias evangelísticas y organizó reuniones en Redlands, Riverside, Pasadena, San Diego, San Francisco y Oakland. Pero su mayor obra estaba reservada para la ciudad de Los Angeles. A partir de 1904, celebró reuniones públicas en el centro de la ciudad y atrajo a miles, usando ilustraciones gráficas y exposiciones claras de la verdad bíblica. 

Después de la primera serie de reuniones, más de 200 fueron bautizados. Cuando se pensó que terminaría, la población local distribuyó una petición, instando a más reuniones.

Cuando la conferencia sugirió un traslado, Elena White se opuso. Ella tomó un gran interés en el trabajo de Simpson, escribiéndole varias veces. Sin embargo, estaba preocupada por su agotamiento, escribiéndole: 

«Estoy profundamente interesada en su trabajo en el sur de California. Estoy tan ansiosa de que no se derrumbe bajo la tensión de un esfuerzo largo y continuo. Deje que alguien se conecte con usted para que pueda compartir sus cargas. Éste es el plan que fue seguido por el Gran Maestro. Envió a sus discípulos de dos en dos». 

También habló muy favorablemente sobre sus métodos: “El hermano Simpson es un evangelista inteligente. Habla con la sencillez de un niño. Nunca arrastra sus palabras en sus presentaciones. Predica directamente de la Palabra, dejando que la Palabra hable a todas las clases. Sus firmes argumentos son las palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento. No busca palabras que simplemente impresionen a la gente con su conocimiento, sino que se esfuerza por dejar que la Palabra de Dios les hable directamente en una expresión clara y directamente. Si alguno se niega a aceptar el mensaje, debe rechazar la Palabra”.

William Simpson continuó su labor evangelística a lo largo de los Estados Unidos. Su enfoque innovador, su dedicación inquebrantable y su habilidad para adaptarse a las necesidades de la gente hicieron de él un evangelista influyente. Aunque enfrentó desafíos personales y profesionales, su fe en Dios y su compromiso con el mensaje adventista nunca flaquearon.

Pero en 1907, a la temprana edad de 34 años, Simpson muere dejando a su esposa y tres hijos pequeños. Ellen White escribió sobre su tristeza: “El hermano Simpson era un hombre que creía plenamente en el mensaje para este tiempo y lo predicó con poder. Su manera ganadora de presentar las doctrinas bíblicas y su capacidad para idear y usar ilustraciones adecuadas, le permitió mantener la atención de grandes congregaciones. Tenía confianza en el poder de la Palabra de Dios para producir convicción y el Señor bendijo grandemente sus esfuerzos en la salvación de muchas almas”.

La vida de William Ward Simpson es un testimonio del poder de la fe para transformar vidas y del impacto que un individuo puede tener en la difusión de un mensaje espiritual. Su legado perdura como un ejemplo de dedicación, creatividad y amor por la obra de Dios.

Luciano Peiteado
Luciano Peiteado
Periodista, redactor y conductor de radio. Trabajo con adolescentes en Presencia de Dios. Contratado por el Cielo para llevar a Jesús a las personas.

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