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Navidad ¿Una fecha o una vida?

Cuando éramos niños, esta temporada del año generaba mucha expectativa y alegría en nuestros corazones. Quizás porque sabíamos que los regalos, las cenas familiares, los paquetes navideños y los programas especiales en las iglesias estaban a la puerta.

A medida que crecemos, nuestra perspectiva va cambiando y empezamos a ver la Navidad desde un punto de vista más “espiritual”. Claramente tenemos otro entendimiento del “por qué” de esta fiesta. Pero tengo la sensación que, con el pasar de los años, deja de ser significativo y nos inclinamos a la tendencia de ver la Navidad simplemente como una efeméride más o un hecho histórico importante dentro de la agenda. Donde vemos a Jesús nacer en diciembre y lo vemos morir y resucitar entre marzo y abril. Y así pasamos año tras año, recordando fechas y haciendo las mismas cosas.

Escuché estos días atrás una frase que dice: “la vida es eso que pasa entre Navidad y Navidad”. Que triste que ese sea nuestro lema. Una fiesta más, o solamente recordar este suceso una vez al año y continuar como si nada hasta el próximo 24 de diciembre.

Sin embargo, creo necesario utilizar este medio para que todos aquellos que hemos perdido el norte respecto a esta fiesta celebrada durante tanto tiempo, podamos encender ese corazón de niño, pero esta vez no por la alegría de algo que podemos recibir, sino por la plenitud de la persona en quien podemos vivir.

Dios tiene un diseño original. Dicho diseño es Dios en totalidad con su creación. No obstante, el pecado tergiversó ese diseño, lo corrompió y para utilizar terminología que nos resulte familiar a todos nosotros, esto generó una grieta entre el hombre y esa plenitud.

Durante siglos, el hombre esperó y deseó que esa grieta fuera cerrada con el cumplimento de una profecía que declaraba que llegaría el día en que un Mesías cambiaría esa realidad. Para muchos ese día tardaba, hasta que finalmente una generación tuvo la dicha de ver al tan anhelado Mesías, que se puso a sí mismo como camino al Padre. Desde entonces, esa grieta fue reducida a una persona: Jesús. Ese nacimiento, esa muerte y esa resurrección le dan sentido al pasado, al presente y al futuro. De pronto, toda humanidad destituida de la gracia, se encuentra con la gracia encarnada, un Cristo glorificado que vuelve a unir a Dios con el hombre.

 “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios; pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús, (…)”. Romanos 3:23-24 RVC

Frente a esta gloriosa realidad me pregunto, ¿Cuándo fue el día en que convertimos una realidad eterna en una efeméride? ¿Qué pasaría si, hipotéticamente, volviéramos a ese estado de separación? ¿Extrañaríamos y valoraríamos su sacrificio? ¿O seguiríamos nuestras vidas como si nada hubiera pasado?

Es bueno tener una fecha específica para poder unirnos en común acuerdo y celebrar ese Emmanuel, Dios con nosotros. Pero debemos evitar ser conscientes de esto solo un día al año, porque Jesús no se quedó en un pesebre, tampoco en una cruz. Él resucitó y Él volverá, pero mientras tanto, por medio del Espíritu Santo, es formado en nosotros para ser expresado a todas las generaciones.

“Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva.” Filipenses 1:6 NTV

Discutir sobre el día que debería celebrarse su nacimiento es perder el tiempo, cuando tenemos la posibilidad de vivir en Él y ya no verlo de lejos, sino habitar en su plenitud cada segundo de nuestra existencia.

La historia no se terminó junto a los pastores, la estrella de Belén o la corona de espinos. Todo esto fue parte de una historia que Dios continúa escribiendo. Congelarnos en un momento histórico nos lleva a ver un Dios limitado, cuando en realidad esto es solo el comienzo de una historia de amor del Padre, con su diseño original por medio de su Hijo, quien estuvo desde el momento cero.

Que estas fiestas y todas las que vengan por delante sean tiempos de regocijo y alegría, pero que cada instante de tu vida se convierta en una expresión viva del Hijo. Es mi deseo que eso que pasa entre Navidad y Navidad sea Cristo en vos y en mí. Esperanza de Gloria. 

“A estos Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria.” Colosenses 1:27 NVI

Matías Haurich
Matías Haurich
Nací en Misiones y tengo 27 años. Junto a mi esposa somos pastores de jóvenes en el Ministerio Ríos de Gracia IEC en la ciudad de Leandro N. Alem, Misiones. Soy estudiante de counseling. Disfruto predicar y escribir sobre lo que Criso hace en mi.

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