En las cartas de Pablo, él instaba a permanecer y vivir firmes en libertad, porque hay momentos en que el cuerpo falla, el espíritu se quiebra y las emociones se descontrolan, y es en aquí donde se vuelve fundamental aprender a caminar y a vivir en libertad.
Los gálatas habían entendido esto, pero empezaron a desechar su relación con Dios y a poner parámetros que no eran los que Dios pedía, dándole lugar a la religión en sus vidas. Los gentiles que se convertían estaban siendo obligados a ser circuncidados, pero la circuncisión era parte de un rito religioso que incluían los judíos en la promesa de Abraham. Cuando Dios lo llama a este, le dió un pacto muy peculiar: que a los bebés recién nacidos se los debía circuncidar, cortando una pequeña parte del prepucio, lo cual era una marca distintiva en la intimidad que señalaba al pueblo como el que Dios había elegido. Sin embargo, también se había convertido en una marca ritual, pues quien quisiera ser judío debería circuncidarse. Esto era una barrera que impedía que la gente se convirtiera y que los miembros de la comunidad vivieran una estructura religiosa que no dejaba que se acercaran a Dios.
Pablo encarna la voz del Espíritu y se enoja mucho con todo esto, pero su enojo no es con Pedro ni con la gente, sino que no quiere que la iglesia que camina en libertad se torne en una religión vacía, transformándose en un conjunto de ritos que no tenga sentido. Por eso, quiere que entiendan que el sacrificio que hizo Jesús fue suficiente, que la libertad con la que los hizo libres tiene más peso que cualquier rito. Por esto les dice que “vivan la libertad como la vivió Cristo, no para hacer lo que queramos, sino que es hacer Su voluntad”.
«El propósito más profundo de la libertad es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos».
Pablo les dice: ¿de qué amor me hablan? Si ustedes están mordiéndose los unos a los otros, viendo lo malo que hace uno y el otro. Están entrando en una visión religiosa, y todo esto les impide vivir la libertad. Este conflicto de formas religiosas no nos debe distraer de lo que Pablo quiere transmitir, resumiéndose en estas preguntas ¿Qué les pasó? ¿Quién los detuvo? Si el pecado ya no dominaba sus miembros y no respondía a ustedes, eran felices sirviendo al Señor pero de repente todo se puso tan complejo, tan estructural, tan tenso que empezaron a perder la esencia de vivir en la libertad con la que Cristo los liberó.
Esto también es lo que el Espíritu Santo hoy nos dice: ¿Por qué en algún punto empezamos a ceder espacio y vendemos nuestra libertad? La persona que es libre es plena. El costo de nuestra libertad ha sido altísimo entonces ¿Por qué nos permitimos negociarla con aquellas cosas que nos impiden disfrutar de lo que Dios tiene para nosotros? Lo que más le costó a Jesús fue romper el estigma de la religión y sin embargo parece que nosotros una y otra vez negociamos esa libertad para terminar acostumbrándonos a nuestra vida de fe. Por eso, el Espíritu Santo tiene una guerra constante contra esto y nos llama una y otra vez para que podamos vivir en libertad, brindándonos espacio para disfrutar de esta libertad en la presencia de Dios.
«No podemos negociar la libertad de tener un vínculo y una relación con Él».
Podemos entender que los gálatas nos representan a todos, porque en algún momento nos dejamos seducir por la religión, transformando la comunión con Dios en una actividad permanente que no satisface el deseo del alma. No hay nada más hermoso que trabajar para Dios o servir para continuar en el propósito. Sabemos que en el último tiempo el amor de muchos se enfriará, habrá muchas iglesias llenas, muchas actividades que serán solo eso, personas haciendo actividades pero con un corazón frío, viviendo atados al pecado, sirviendo a Dios pero simulando honrarle o amarle.
¿Cómo nos damos cuenta de que algo entorpeció la carrera que estábamos corriendo por delante? Porque servir a Jesús se torna en una carga, porque lo que hacemos se convierte en un agotamiento permanente, tratamos de resolver y acomodar con nuestras fuerzas pero no podemos. Entonces nos desgastamos y dejamos de disfrutar de vivir en libertad, nos enojamos con quienes nos rodean, vivimos en una depresión permanente dependiendo de otros. Pero debemos saber que el evangelio nos lleva a depender de esa sola persona que es Cristo y cada uno de nosotros tenemos que construir una relación plena con Él.
Este es un mensaje de Pablo para esta temporada. Vivimos anhelando la justicia de Dios pero en el proceso nos pasan cosas, hay fallos injustos, entonces nos encontramos haciendo más esfuerzos de los que esperamos, pero Pablo nos dice: “ustedes corrían bien ¿Qué les pasó? ¿Qué les estorbo?”. Estas preguntas no son un reto, sino que nos llevan a examinarnos en profundidad. Todo lo que nos habla Gálatas es porque, sin duda, la iglesia lo iba a enfrentar a lo largo de los años.
Lo peor que podemos hacer es pagar un precio que Dios no nos pide que paguemos. Nosotros no seguimos a Jesús a cualquier costo, sino que el costo lo pagó ya Él en la cruz del calvario. Seguimos a Jesús muriendo a nosotros mismos para que Él crezca en nuestras vidas.
En esta carrera nos podemos cansar y agotar, pero no tenemos permiso para negociar nuestra libertad. Hagamos uso de nuestra libertad, no le hagamos caso a la depresión, a las circunstancias sino que volquemos nuestro corazón a la presencia de Dios. Antes corríamos una carrera que nos llevaba a la muerte, atados a todo lo que nos empujaba el mundo, directo a un precipicio sin sentido, y lastimando a personas en el camino. Vivíamos en depresión, llenos de muerte, hasta que de repente Jesús aparece. Nos cambia el sentido comenzando a correr hacia Su regreso, pues el mismo que nos dió libertad regresará para que reinemos con Él por siempre. Aunque es una carrera larga no se compara con lo que tenemos por delante, vamos corriendo en libertad, llenos de vida, entonces lo peor que podemos hacer es una cadena de religión con la que no podemos vivir. Esta carrera me lleva a amar a Jesús y a los que me rodean, y eso genera un ambiente diferente, pues la libertad con la que caminamos nos lleva a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
«La libertad con la que Cristo nos hizo libres es para ser efectivos con los que están más cerca. Amar a nuestro prójimo expande nuestro horizonte».
No podemos quejarnos todo el tiempo, debemos vivir en la libertad con la que Cristo nos hizo libres y disfrutar de ella. Porque todo el tiempo hay una tentación diabólica permanente para no seguir corriendo y abandonar, pero el Espíritu Santo, el Paracleto, es nuestro entrenador, nuestro coach y cuando ya no podemos seguir corriendo nos anima, nos fortalece y nos levanta. No nos conformemos solo con vivir, corramos bien, y si la carrera que hoy transitamos nos lleva entre espinos y cardos, debemos tener la seguridad que es una carrera que Él ya corrió por nosotros. Hay libertad en el camino, hay recursos para nuestra necesidad, el Espíritu Santo nos envuelve, por eso vivamos en plenitud la libertad con la que Cristo nos hizo libres.
Él no viene a buscar una iglesia de esclavos, de religiosos que siguen normas, de familias rasgadas que no soportan el tiempo de la prueba. Él viene a buscar personas que viven en libertad, que entienden que murieron para que Cristo viva, que todo lo que hacen es para darle honra a aquel que les otorgó la libertad.
“Permanecer en la libertad tiene una sola finalidad, es que siendo libres podamos liberar a otros. No menospreciemos nuestra libertad, no nos escondamos, pues nos convertiremos en el libertador de todos los que nos rodean. El propósito de vivir en la libertad de Jesús no es abstraerse del mundo, sino entender que si nosotros pudimos ser libres, está al alcance de cualquiera, y que Dios nos llamó a liberar a otros. No vienen tiempos donde habrá menos tensión, sino que por el contrario, la tensión crecerá física y emocionalmente, pero en medio de este tiempo Él nos llama a vivir libres. Él nos provee de todo lo necesario, por eso, no negociemos la plenitud de Cristo en nosotros, escuchemos la voz del Espíritu que nos alienta e impulsa todo el tiempo para disfrutar, pues donde está el Espíritu del Señor hay libertad.”